Tras insistir en que ellos no exageran, que los derrames de petróleo de los que se quejan son reales, el nativo achuar Miguel Cariajano camina unos pasos y se hunde. Cubierto de espeso líquido negro, sus compañeros de viaje intentan sacarlo del charco jalándolo con troncos ante la cara de susto de las congresistas Marisol Pérez Tello y Verónika Mendoza.Se encuentran en Choroyacu, Dorisa, frente a un derrame del que no tienen la fecha de cuándo se produjo, y que no está reconocido en la relación de pasivos del Plan Ambiental Complementario (PAC), elaborado en el 2005 para que la empresa concesionaria del Lote 1-AB, Pluspetrol, los remedie.Cariajano es uno de tantos monitores ambientales de las federaciones de las cuencas de los ríos Pastaza, Tigre, Corrientes y Marañón (Loreto), como la FECONACO. Fue capacitado con financiamiento de la cooperación internacional. Cada vez que un derrame es detectado por los nativos, los monitores acuden a localizar las coordenadas del punto y a tomar datos. Luego, la información se centraliza.