Ahora que la Ley de la Carrera Pública Magisterial (LCPM) está por volver a entrar en vigencia, el Sutep ha regresado a los paros para oponerse a ella y pedir el retorno a la antigua Ley del Profesorado, en la que todos los profesores ganaban igual, diferenciándose en sus sueldos solo por la antigüedad en la carrera. Es decir, los maestros del Sutep han vuelto a marchar para oponerse a que se les trate diferente según el servicio que cada uno de ellos da, negándose a que se les consideren más méritos individuales que el que tienen todas las piedras: durar. Es evidente que consideran que su derecho a cobrar no viene de lo que aportan en sus clases, sino que es originario, intrínseco, derivado de su mero ser (profesores). Son, en fin, de lo más monárquicos en sus expectativas para sí mismos.Naturalmente, no son los buenos profesores, los que están dispuestos a esforzarse, aprender y competir, los que están detrás de estas protestas. A los únicos que les conviene que no se haga diferencias por su nivel de preparación y su trabajo es a quienes no confían en los suyos – ni, claro está, en su capacidad de mejorar. No se trata, afortunadamente, de la mayoría de profesores, ni mucho menos: cuando se tomó el examen de entrada al sistema de la LCPM en el 2007, pese a las marchas, los hostigamientos y aún la violencia que protagonizó el Sutep en algunos centros de evaluación, el 60% de profesores optó por postular. Pero sí se trata de una minoría lo suficientemente bien organizada, inescrupulosa y populista como para confundir y dar a muchas personas la sensación, traducida en tantos titulares, de que son "los profesores" quienes se oponen a los cambios.Hay que ponerle perspectiva al problema del Sutep. La otra cara del derecho a percibir determinado nivel de ingresos asegurados al margen de los rendimientos personales -en buena cuenta, del derecho a ser rentistas- que piden los malos maestros del Sutep, es la pérdida de la posibilidad de los niños peruanos a recibir una educación mejor; o por lo menos aceptable. El sistema del Sutep rigió durante décadas y lo único que produjo fue estudiantes que, de acuerdo con el último examen PISA (la trianual evaluación internacional de estudiantes que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico - OCDE) que se practicó en el Perú (2009), figuraban entre los 5 peores de los 65 países evaluados en todas las categorías: Comprensión Lectora, Matemática y Ciencias. En todas ellas, además, estuvimos muy por debajo del promedio latinoamericano. Y esto, 7 años luego de que el gobierno de Toledo doblase el sueldo a todos los profesores al margen de rendimientos individuales.Que con cifras así los profesores del Sutep luchen por su derecho a seguir igual, demuestra los verdaderos alcances de la “solidaridad de clases” que tanto propugnan sus líderes: no llega a los niños a los que enseñan, quienes no son los hijos de los sectores pudientes, sino de quienes no tienen más remedio que recurrir a nuestra educación estatal. Así es como el Sutep perpetúa la más injusta de las injusticias sociales: las que condena a los niños a no poder adquirir una mejor posición socioeconómica en la vida que aquella en la que nacieron. Y es que no son muchas las oportunidades profesionales que se presentan a personas que no comprenden lo que leen y no tienen una lógica matemática básica, porque no es mucho el valor que suelen poder aportar a los procesos productivo (por lo mismo, el Sutep es el principal cuello de botella del crecimiento peruano).Tendría, pues, mucho más sentido que quienes protestan por la desigualdad marchasen contra el Sutep que contra "el modelo económico".Cuando los maestros del Sutep quieren seguir ganando todos el mismo salario al margen de lo que dan a los niños (y, a juzgar por los resultados, muchos de ellos no les dan nada) están revelando más que lo bien que se sienten con su mediocridad. Están mostrando cómo ven a estos niños. Como pequeños recursos humanos de los cuales alimentarse.