La entrada a la ciudad de La Oroya nos remite inmediatamente a su naturaleza minera. Bordean la carretera breves tramos de comercio, intercalados con los antiguos campamentos mineros de la Centromín Perú, las refinerías paralizadas de cobre y plata de Doe Run Perú y los oxidados ferrocarriles de la Empresa Nacional de Ferrocarriles del Perú, una hilera de bancos con cajeros automáticos y más mercadillos en las calles. Han pasado más de mil días desde la paralización del complejo metalúrgico de Doe Run y, contrariamente a lo que se dice, La Oroya no es una ciudad fantasma.El movimiento económico no ha cesado en La Oroya, la ciudad mantiene el perfil de una ciudad metalúrgica. Las principales calles y avenidas están gobernadas por el comercio: restaurantes, centros comerciales, tiendas, pollerías, cabinas de internet, hospedajes, clínicas dentales, bancos y farmacias.