Una de las mayores preocupaciones que debe tener un país es adquirir y mantener las capacidades para gestionar el agua como elemento natural y como recurso de producción. El agua es la base misma que sostiene la vida humana y todo el ecosistema que lo sustenta. Sin agua no hay vida, sin agua no hay desarrollo y sin agua no hay sustentabilidad. Esta realidad debería ser suficiente para que un país y sus habitantes dediquen el máximo de sus esfuerzos a gestionar sus aguas y recursos hídricos en forma eficiente. Los países que han asumido esta realidad tienen sistemas de gestión del agua y de financiamiento acordes con su importancia. La presencia del Estado en la gestión del agua es indispensable, inclusive en países que son profundamente liberales. Ello es necesario para garantizar el cumplimiento de la ley, para garantizar la equidad y el respeto a los límites que impone la naturaleza y para articular las intervenciones de múltiples actores en una cuenca y su sistema hídrico. Por lo demás la gestión del agua es compleja y por ello requiere mucho profesionalismo. Los destinos y usos del agua son múltiples, por ello el sistema de gestión no debe depender de un solo sector usuario. En América Latina ello ha sido comprendido por muchos países que han pasado de tener la gestión del agua a cargo de sectores como los de Agua y Energía (casos de Argentina y Brasil en la década del 70 y mediados del 80) o Agua y Agricultura (caso de México y Ecuador), a establecer sistemas de gestión de agua adscritas a ministerios como el del Ambiente (México y Brasil), Obras Públicas (Chile) o a la Presidencia de la República o primer ministro (Ecuador). Con ello se sigue la tendencia de países más avanzados en la gestión del agua como son Francia, España, Nueva Zelanda, Australia, Canadá y otros. En el Perú se está rezagado en este aspecto ya que la Autoridad Nacional del Agua (ANA) sigue dependiente de Agricultura. Disponiendo de una ANA con alta independencia reforzada por las respectivas organizaciones de gestión de agua por cuenca (integradas por un Consejo de Recursos Hídricos de Cuenca y su respectivo equipo técnico de apoyo) se puede lograr articular todas las intervenciones en un sistema hídrico compartido por cientos de actores. La Gestión Integrada de Recursos Hídricos se logra cuando cada actor cumple con sus obligaciones de no afectar a terceros ni al ambiente y cuando el efecto acumulado del conjunto de intervenciones en un sistema hídrico y su cuenca se hace en forma adecuada. El Perú, al seguir manteniendo a la Autoridad Nacional del Agua dentro del Ministerio de Agricultura, es uno de los países que se ha quedado en la fórmula de la década del 70. Sin embargo, se aprecia que este gobierno está interesado en revertir esta situación. Ello no puede demorar. La ANA debe estar adscrita a un sistema multisectorial, reforzar fuertemente su presencia en las regiones y cuencas, aumentar su capacidad para establecer y consolidar la gestión del agua o recursos hídricos por cuenca. De haber tenido estas capacidades es evidente que habría podido jugar un rol mucho más efectivo, por ejemplo en opinar sobre los estudios de impacto ambiental de las inversiones mineras, en aportar soluciones a los conflictos por el agua entre regiones y en muchos otros casos, sobre todo los ligados a la conservación de la calidad del agua. Una buena gestión del agua en cantidad y calidad es la base para la gestión ambiental y para el desarrollo del país. El país debe tomar una decisión urgente para de una vez por todas mejorar las capacidades de gestión del agua en el Perú, señala Axel C. Dourojeanni ex Director General de Aguas del Perú. .