Quienes pasan ahora por La Oroya pueden sorprenderse al observar que en la ciudad metalúrgica solo queda una de las tres gigantescas chimeneas que durante ochenta años caracterizaron a este lugar.Y es que las chimeneas han dejado de ser símbolo de la industrialización. Por eso el desmantelamiento de la más antigua, de unos 91 metros, reducirá en un 28% la contaminación.La primera fue desmontada entre diciembre del 2001 y mayo del 2002 y tenía por función expulsar los gases de la tostadora de cobre. La segunda, de altura similar, demorará dos meses y en la tarea se invertirá más de un millón de dólares, indicó el ingeniero de seguridad y salud ocupacional de proyectos de la minera Doe Run, Valentín Rosario Armas.A medida de que avanzan los trabajos, su imponente tamaño se va reduciendo, pues ahora alcanza menos de 40 metros, que se ocultan entre la infraestructura de la fundición y refinería ubicada a 3.750 m.s.n.m.Esta chimenea se había convertido en la segunda más alta de Sudamérica, pues la primera aún se mantiene en pie. Era el coloso que caracterizaba a la fundición metalúrgica de La Oroya y permaneció así durante 78 años. Las nuevas tecnologías de fundido de materiales la hicieron obsoleta y por su antigüedad ya constituía un peligro para los trabajadores.La imponente chimenea, ubicada en la planta de tostadores de cobre, estuvo encargada de evacuar los gases e impurezas de la fundición de metales (cobre y plomo), que luego se convertían en ácido sulfúrico.