La evidencia internacional sugiere que para alcanzar y mantener altos niveles de crecimiento económico (piedra angular para disminuir la pobreza) se requiere que la inversión supere y se mantenga por encima del 25% del PBI. En el Perú se logró eso en el 2008, tras varios años de alto crecimiento de la inversión privada (la cual representa más del 75% del total), pero la crisis financiera mundial y la incertidumbre política por el cambio de gobierno no permitieron mantener ese nivel en el 2009 (22.9%) ni en el 2011 (24.1%). Si bien las proyecciones del BCR indican que esta tasa se recuperará este año y que superaría el 26% en el 2013, ello asume que se ejecutarán los proyectos de inversión anunciados para el periodo 2011-2013, que suman unos US$ 48 mil millones. Sin embargo, más del 57% de ese monto corresponde a inversiones mineras y el futuro de estas dependerá en parte de cómo se resuelva el conflicto de Minas Conga. Ya se anunció la realización de un peritaje internacional al estudio de impacto ambiental, pero el proceso va muy lento y la incertidumbre no se despeja; si eso continúa, las decisiones de inversión se podrían postergar más o incluso cancelarse.En la coyuntura actual también es muy importante dar señales que transmitan confianza al inversionista. Es imprescindible que la inversión pública se acelere, para lo cual lo primero es agilizar los trámites burocráticos, sobre todo en los casos de concesiones y proyectos que ya se licitaron y que están en proceso de ejecución. Sería muy positivo también que ProInversión lograra concretar la buena pro de, al menos, una concesión por mes a partir de febrero. Por otro lado, sería preferible evitar anuncios que crean incertidumbre (como el de una ley de límites a la propiedad de la tierra, por ejemplo). Hay que considerar que tras su caída a terreno pesimista en el segundo trimestre del 2011, las expectativas empresariales de inversión se recuperaron al nivel positivo, pero todavía lejos del alto optimismo del 2010. Por lo que es momento de apuntalarlas con un discurso claro y sin ambigüedades y con medidas adecuadas que se lleven a cabo.