No hace falta ser brujo ni adivino para afirmar con convicción que el Perú es una potencia minera. Sabemos de la riqueza que hay en nuestro subsuelo gracias a la ciencia, que ha desarrollado métodos para cuantificar con relativa certeza los minerales que allí yacen, a la espera de ser explotados. Se dice que la exploración minera es una actividad de riesgo, lo cual es cierto, pero ese riesgo ha ido disminuyendo notablemente con los avances en la ciencia y la tecnología exploratoria. Si no fuera así, no veríamos hoy tanta inversión minera en el Perú y en el mundo.Ahora, imagine por un instante que se desencadena un fenómeno extraño en el subsuelo peruano que los científicos no terminan de entender. Donde los estudios geológicos decían que había oro, ya no lo hay. Extrañamente, el metal precioso se esfumó y apareció caprichosamente en otro lugar. Las empresas mineras entran en pánico. La relativa seguridad que tenían sobre la riqueza de sus concesiones ya no es tal. Un enorme signo de interrogación se posa sobre el futuro del sector.Este relato ilustra lo que en cierta medida está pasando con el agua a causa del calentamiento global. Podemos discutir sobre si este fenómeno es ocasionado por el hombre o por causas naturales, pero es incuestionable que los patrones hidrológicos están cambiando a medida que sube la temperatura global. Nuestros glaciares tropicales se deshielan, recrudece el estrés hídrico en algunas zonas del país, mientras que en otras aumentan las lluvias. Y el Gobierno, como válidamente increpó Modesto Montoya el viernes pasado en El Comercio, ni siquiera está monitoreando debidamente estos cambios. Usted habrá escuchado que algunos científicos cuestionan la ‘hipótesis’ del calentamiento global. ¿Sabe quiénes suelen estar entre ellos? Los geólogos. Cuando entiendan que la preocupación de los campesinos por la creciente variabilidad del ciclo del agua es legítima, la minería prosperará como nunca, afirma Augusto Townsend K.