A lo largo y ancho del país se suceden una serie de conflictos socioambientales derivados de una inadecuada política de prevención y de mecanismos efectivos para el diálogo entre el Estado y las poblaciones. El caso más claro es el de Conga, en Cajamarca. Un megaproyecto aurífero que ya estaba encarrillado, pero bastó que un grupo de agitadores sembrara la duda para que las cosas devengan en un paro regional indefinido. Estado, empresa y autoridades elegidas deben comprender la importancia del diálogo, sincero, pausado y transparente, como la única vía para lograr la unidad de todos alrededor de proyectos que contribuirán a contar con los recursos necesarios requeridos para un desarrollo con inclusión social. Más allá de las posiciones encontradas y de las ideologías, el diálogo se erige como el único mecanismo capaz de sentar las bases de unidad que el país requiere, y el único modo de conocer los temores –fundados o no– de las comunidades. Y esos temores, debemos entender, resultan de un pasado reciente de contaminación y degradación ambiental no sancionada; y también de un esquema en el que los frutos de los grandes proyectos mineros no son suficientemente visibles ni tangibles para buena parte de la comunidad. El diálogo es la herramienta fundamental para superar cualquier escollo y fomentar una visión conjunta de futuro. El paro en Cajamarca ha logrado una gran convocatoria y, lamentablemente, no han faltado actos violentos como cierre de vías e inclusive el incendio de equipamiento e instalaciones menores, como casetas de vigilancia. Esto último lo realizó un grupo de pobladores que irrumpieron en la concesión minera para protestar en dos de las lagunas que Conga ha planteado trasladar, pues es en sus fondos donde se encuentra una gran veta aurífera. El tema del agua es especialmente delicado en una región como Cajamarca con una larga tradición agrícola y ganadera. Las autoridades del Gobierno, en todos sus niveles, los inversionistas y los dirigentes comunales y regionales deben hacer un diagnóstico realista de la situación para evitar una incontrolable escalada de violencia y llegar a acuerdos que lleven tranquilidad. Ayer gran parte del día la situación se caracterizó por una tensa calma, con clases escolares suspendidas y establecimientos comerciales cerrados. No hubo mayores desmanes ni víctimas humanas que lamentar, pero esos grupúsculos radicales deben ser identificados y llamados al orden. La empresa Yanacocha ha denunciado que fue el presidente de la región Cajamarca, Gregorio Santos Guerrero, quien lideró un intento de tomar las instalaciones del proyecto Conga, junto con el alcalde de Huasmín, José Marín Agusti. Estas dos autoridades debieran estar promoviendo un clima de diálogo y no dar el mal ejemplo a una población que, enardecida, puede llegar a hacer inmanejable esta crisis. Por el bien de los cajamarquinos y del país, urge salir de este entrampamiento, identificar a los agitadores antimineros, evitar la confrontación y sentarse a dialogar todo el tiempo que sea necesario para tranquilizar a una población, desinformada y atemorizada de que pueda verse afectada por la escasez de un elemento vital y la contaminación. El mensaje del presidente Ollanta Humala y del primer ministro Salomón Lerner sobre una minería sostenible, responsable ambiental y socialmente no está llegando con claridad a las comunidades. Por allí debe empezar el diálogo, por explicar las nuevas estrategias en lo que a conservación y preservación ambiental se refiere, y el mayor involucramiento del Estado en garantizar que los estudios de impacto ambiental (EIA) sean reales y cuenten con un monitoreo adecuado.