Lo que viene ocurriendo en Cajamarca es un espejo de lo que pasa en otras partes del Perú donde la minería es la portadora del desarrollo, pero donde el Estado no ha llegado y durante décadas sólo se ha visto frustración, olvido y atraso.Los diminutos caciques andinos y las ONG que viven de la antiminería acaban de recibir una notificación: no hay chantajes. Pero lejos de comprender lo que está ocurriendo han anunciado una ofensiva con paros y más violencia.Es importante advertir que existen, en el fondo, dos visiones enfrentadas. Por un lado, medio siglo de izquierda retrógrada y anclada en el pasado, y por otro, el ímpetu y el empuje de los jóvenes que ven en la minería moderna, responsable, legal y sostenible una plataforma sobre la cual construir su futuro.Hay un país que quiere estancarse y otro que observa la globalización y no va a dejar pasar esta oportunidad. Los jóvenes agricultores, ganaderos, maestros y empresarios que están gozando ya de los beneficios de la enorme inversión que significa la construcción de Conga son los verdaderos protagonistas.Conga es, por eso, un modelo que debe extrapolarse a otros escenarios más allá de Cajamarca. La minería sostenible es la que queremos y la que debemos exigir porque sirve para reducir la pobreza y la exclusión. La visión del pasado debe dejar paso a la del futuro.Conga es también un reto enorme porque debe probar que es capaz de generar confianza a través del diálogo y de la participación de los que siempre fueron excluidos. Esta es la oportunidad para que el Gobierno y la empresa privada trabajen juntos para consolidar un Estado que funcione.No es agua y oro, solamente. Conga tiene una cara distinta y es, sobre todo, la de una juventud que no va a dejar pasar esta oportunidad, señala Alfonso Baella.