El economista Gabriel Aguirre escribe. La crisis global actual trae riesgos pero también grandes oportunidades que nuestro Gobierno pareciera querer echar a perder. La caída de los mercados desarrollados y el enfriamiento de China han obligado a los inversionistas a buscar nuevas plazas. Gracias a su alto crecimiento, las economías latinoamericanas son naturales alternativas. No obstante, en el contexto de alta competencia intrarregional por atraer capitales huérfanos, un próximo desliz de nuestra clase política podría resultar catastrófico. De acuerdo al último plan de gobierno u "Hoja de ruta" y el Marco Macroeconómico Multianual del MEF, el crecimiento económico es prioridad. Sí, con inclusión social, pero reconociendo que se necesita crear riqueza para poder distribuirla y que la inversión privada es vital para ello. "Cada 4 puntos porcentuales de variación en inversión privada repercute directamente en uno del PBI", dice el MEF. Entonces, uno esperaría–y no ve–esfuerzos gubernamentales por conquistar a estos capitales ambulantes. Toda decisión de inversión depende principalmente de dos variables: retornos y riesgo. Preliminarmente, los inversionistas han acudido a los mercados que mantienen alto crecimiento durante la crisis. Sin embargo, la diferencia entre las economías en las que se vaciarán capitales y las que salgan solo a trapear los excesos dependerá del grado de riesgo que arrastre cada una. No basta seducir con crecimiento, debe garantizarse predictibilidad y sostenibilidad. Si bien mantenemos reconfortantes fundamentos económicos, la lamentable actuación de la clase política está empezando a pasarnos factura. Venimos cayendo en rankings de preferencia y facilidad para invertir– ayer nos superó Chile y nos alcanzó Colombia en el, hasta entonces favorable, ranking Doing Business. Las páginas políticas de cualquier diario empiezan a cumplir un rol de repelente de inversiones. Las contradicciones y desautorizaciones entre ministros y los escándalos de corrupción son nuestro pan de cada día. Más gravemente, las autoridades siguen deslizando comentarios referentes a la modificación de la Constitución. ¿Con qué cara podemos luego salir a captar inversionistas que buscan garantías de marcos jurídicos estables? Mientras tanto, nuestro más cercano competidor, Colombia, escala en todos los índices en los que venimos cayendo. En el país vecino, no se ven divisiones u oscilaciones en el discurso público impulsadas por intereses políticos particulares, quizá por la unidad política que se forjó para derrotar al narcotráfico. Esto le ha valido ser considerado uno de los Civets (los nuevos BRIC) por The Economist. Hoy, Colombia tiene las condiciones para convertirse en el principal destino de inversión en la región, hacernos sombra y dejarnos sin inversión, sin crecimiento y sin inclusión social. No es demasiado tarde. La crisis en los mercados desarrollados durará por lo menos un año más; suficiente tiempo para enderezarnos y competir por capitales. Debe despolitizarse los intereses del Gobierno, reemplazando partidarios por técnicos en direcciones claves. Debe mejorarse la comunicación dentro del ejecutivo y mantener una sola y coherente línea hacia afuera. Por último, debe mejorarse la labor de filtración y fiscalización en las listas parlamentarias, y ahorrarnos el constante bochorno que nos significa nuestro Parlamento. Señores políticos de distintos partidos, direcciones y ministerios: Los intereses del Perú están antes que los suyos.