Como todo en la vida, los extremos son riesgosos. Y si de responsabilidad social (RS) se trata, los extremos son absurdos.Cuando debato con mis alumnos si la RS debe ser voluntaria u obligatoria, suelo recordarles las frases de dos personalidades. La primera es del destacado economista Milton Friedman: "La responsabilidad social de los negocios consiste en incrementar sus beneficios". La segunda es del empresario Stephan Schmidheiny, director de empresas prestigiosas como ABB, Nestlé, Swatch, UBS y fundador de Avina: "No es posible tener éxito en el largo plazo en sociedades fracasadas".Adicionalmente, les recuerdo los orígenes de la RS para descubrir cómo algunos grupos de activistas comenzaron a llamar la atención sobre los impactos socioambientales que generaban algunas actividades productivas. Más tarde, esta presión se extendió hacia los derechos laborales y la salud ocupacional; luego aparecieron los consumidores que exigieron productos de alta calidad, elaborados con altos estándares medioambientales. Para terminar la historia, evoco a los inversionistas que también exigieron ciertos estándares sociales y ambientales antes de otorgar recursos o créditos a una empresa. Así nace, por ejemplo, el Dow Jones Sustainability World Index, o índice de sostenibilidad de la Bolsa de Valores de Nueva York. Debido a eso, las empresas comenzaron, paulatinamente, a adecuar sus prácticas productivas a las nuevas demandas y exigencias de la sociedad. No hubo regulación de por medio, pero sí aparecieron ciertas herramientas de gestión en RS que ayudaron a que las empresas se adaptaran a esta corriente (GRI, Pacto Global, ISO, OHSAS, OIT, etc.).De modo que la RS se fue formando sola. No fue creada o motivada por una ley, aunque existan algunos países, como Francia, Australia o Noruega, que han obligado a las empresas a presentar un reporte socioambiental. El Reino Unido fue más lejos y fundó en el 2000 el Ministerio de Responsabilidad Social de la Empresa.¿Por qué no hacerla obligatoria? Porque la RS tiene que ver con valores y compromisos éticos voluntarios que deben ir más allá de la ley. Porque se trata de adoptar una estrategia corporativa, un sistema de gestión interno con indicadores y metas. Porque trae muchos beneficios: valor agregado, mejora de la reputación, diferencia frente a sus competidores, mejor posicionamiento entre la comunidad. En definitiva, porque hacerlo de forma voluntaria, vuelve más poderoso dicho compromiso.Conclusión: ni Friedman ni Schmidheiny. Mire su propia realidad y fomente una cultura de responsabilidad social sin afectar sus costos internos de producción. Elabore o reafirme los principios que deben sustentar su negocio. Incorpore las preocupaciones sociales y ambientales y asuma actitudes frente al desarrollo sostenible. Esta es la única obligación que puede cumplirse a cabalidad,afirma José Salazar,Experto en Comunicación y Responsabilidad Social