Se prenden las alarmas. Los riesgos para la estabilidad financiera mundial, que se venían agudizando en los últimos meses, tocaron un pico ayer. Se prendieron las alarmas por la crisis de deuda en europea, al punto que quedó en duda la sostenibilidad misma del euro; los anuncios de la FED para estimular la economía de los EE.UU. no tuvieron la respuesta esperada, y las cifras del sector manufacturero chino fueron decepcionantes. La respuesta de los mercados no se hizo esperar (las bolsas y el dólar cayeron fuertemente). Lo más preocupante es que ya no se trata solo de una crisis financiera en Europa sino del riesgo de una nueva recesión mundial o, cuando menos, de una muy fuerte desaceleración, problema que no es fácil de resolver. Para empezar, hace falta un sinceramiento cabal para conocer la magnitud del problema; también medidas, no solo para recuperar el crecimiento, que al mismo tiempo no deterioren más los desequilibrios fiscales y externos, sino de voluntad y acción coordinada y solidaria tanto de las autoridades de los países como de los bancos involucrados en la deuda impaga. Por ahora, hay más buenas intenciones que medidas eficaces. Frente a una nueva crisis no cabe duda que se deben activar políticas de estímulo (monetario y fiscal), como ya se está adelantando en el lado fiscal. Pero ello no debe significar descuidar la salud del sistema financiero (hay que redoblar la supervisión bancaria), ni la calidad del gasto público (menos cuando el problema no es la falta de recursos fiscales sino la velocidad de ejecución). Por ahora, el BCR ha mantenido sin variar su tasa de interés (el efecto de una rebaja tiene un desfase de siete meses) y, cuando sea necesario, preferiría modificar el encaje. Debe considerarse también que, a pesar de la desaceleración del PBI, el consumo privado (más del 80% del PBI) crecería este año al mismo ritmo que en el 2010 (6% y en el 2012 en 5.6%). Junto a la tendencia alcista que han registrado los precios internacionales de los alimentos y del petróleo, ello implica que las presiones inflacionarias están latentes, por lo que debe tenerse cuidado con una expansión excesiva del gasto.