El último reporte de inflación del Banco Central de Reserva (BCR) señala que el deterioro de las expectativas empresariales de corto plazo observado en abril y mayo pasados, podría estar mostrando una situación transitoria. La causa de esa caída es conocida: el resultado de la primera vuelta, en especial la votación obtenida por Gana Perú y el temor que generaba su plan de gobierno original en los inversionistas.Si bien los esfuerzos hechos por el ahora presidente electo Ollanta Humala y su equipo para tranquilizar a los empresarios redujeron esa aprensión, la incertidumbre no se ha despejado del todo. Los mensajes que el próximo mandatario ha dirigido a los empresarios han girado en torno a su compromiso con el programa económico, pero ante algunas declaraciones un tanto contradictorias y la falta de acciones palpables, la inversión privada afronta comprensibles dificultades para ponerle fin a su incredulidad.Prueba de ello es la encuesta del Servicio de Asesoría Empresarial (SAE) de Apoyo Consultoría, más reciente que el sondeo del BCR, que indica que solo el 6% de las empresas planea acelerar sus inversiones en los próximos seis meses. Ese porcentaje ha estado disminuyendo desde que en marzo registró un notable 53%. Como es sabido, entre los clientes del SAE figuran las compañías más grandes e influyentes del país.Ese desplome tan pronunciado en las expectativas de inversión es un reflejo de que los empresarios se mantienen cautelosos y esperando. Mientras tanto, Gana Perú no está contribuyendo con despejar las dudas. Por ejemplo, la primera vicepresidenta electa Marisol Espinoza señaló el fin de semana que el ministro de Economía será un miembro de su agrupación -y no un profesional independiente-, y en su papel de congresista está respaldando un proyecto de ley que otorga un trato tributario diferenciado a las empresas locales de computadoras frente a las extranjeras.El BCR proyecta que este año la inversión privada crecerá 10.4% (su anterior cálculo era 15%), pero a fin de mantener ese incremento y no generar una nueva revisión a la baja, el nuevo Gobierno enfrenta un enorme desafío: ponerle fin a las expectativas transitorias y empezar a construir otras que sean consideradas definitivas.