EL PELIGRO MENOR
3 de junio de 2011

Cualquier observador externo que hubiese visto el debate del domingo pasado habría concluido que el Perú ya dio el paso hacia la madurez política, pues ninguno de los candidatos planteó el cambio del modelo económico y, más bien, sí el respeto a los contratos, a la propiedad y al Estado de derecho. De ser cierta esa conclusión, el Perú efectivamente habría conquistado, por fin, un consenso básico en lo relativo al rumbo económico y al sistema político, un verdadero alivio histórico, porque ya no tendríamos que regresar a fojas cero cada vez y podríamos seguir avanzando sin pausa en el marco de una economía de mercado en democracia, de un capitalismo democrático. En realidad, una gran paradoja, porque los dos partidos que pasaron a la segunda vuelta fueron aquellos que eran considerados por los perdedores como un peligro para la democracia, y cuya votación de hecho expresó al importante sector popular descontento con la corrupción y la ineficiencia de la democracia descentralizada y que demanda un liderazgo presidencial más fuerte y cercano. Y uno de los candidatos había presentado un plan de gobierno que, además, declaraba nula la Constitución del 93 y proclamaba cambiar el ‘modelo neoliberal’ por uno con mayor intervención y presencia empresarial del Estado.Pero la institución de la segunda vuelta, si bien eleva atrozmente los niveles de agresión e intolerancia, obliga a los contendientes a acercarse al centro para ganar. Y entonces Humala tenía que desprenderse de su plan de gobierno haciendo ‘concesiones’, mientras Keiko Fujimori se ve obligada a deslindar de todos los modos posibles -incluso pidiendo perdón- con el carácter autocrático y delictivo del gobierno de su padre. Es el milagro de la segunda vuelta. ¿Y después? Si gana Humala, podríamos tener, al estilo boliviano, la revolución permanente de los radicales y los pueblos que se sentirán empoderados por el triunfo del nacionalista, lo que, de por sí, sin necesidad de cambiar de modelo, paralizaría la inversión y el crecimiento, y si además recrudeciera la crisis mundial, estarían más que dadas las condiciones para retornar a la inagotable cantera del plan 1 y desatar la dinámica bolivariana. Lo que contaría con el apoyo del Ejército, con la promoción de Humala acercándose al generalato.Si gana Keiko, tendrá, por supuesto, que aplicar una inteligente estrategia de acercamiento integral a los pueblos para manejar la resistencia radical y pacificar al país -posee el enfoque para hacerlo-, pero una diferencia fundamental es que ella no tiene interés en cambiar ni la Constitución ni el modelo económico. ¿Para qué restablecer una autocracia, entonces? ¿Para liberar al padre, sometiendo al Poder Judicial? ¿Es posible eso ahora, con Montesinos en la cárcel y con el estado de alerta de la opinión pública luego de la experiencia de los 90?Los peligros no parecen comparables. Hay que optar por el menor, señala Jaime de Althaus.