Mientras el Perú avanza gracias a su política de estabilidad con inversiones, el Consejo Regional de Puno ha aprobado una ordenanza que declara a ese departamento "región inadmisible para concesiones mineras, gasíferas y petroleras". Y para ratificar tamaño despropósito, grupos radicales afines a Gana Perú de Ollanta Humala se han aliado al movimiento "Raíces" que viene manejando las protestas antimineras en Desaguadero, Puno, contra el proyecto Santa Ana. La aprobación de la anacrónica ordenanza se ha debido a que este movimiento cuenta con la mayoría de consejeros regionales.Por cierto y tal como lo ha revelado un informe de EXPRESO, este accionar contra las inversiones está articulado. Prueba de ello es que el movimiento Raíces concierta con otras instancias como la municipalidad de Desaguadero, que se ha convertido en centro de operaciones de dicho grupo. A ello se suman las comunas de Zepita, Chucuito-Juli, de las que hay fundadas sospechas de que reciben recursos de organizaciones políticas aymaras y del ALBA.Gracias a esta acción conjunta y politizada en contra de las inversiones en general y de la minera en particular, el proyecto Santa Ana, que cuenta con la aprobación de las comunidades aledañas, no puede continuar superando, como es lógico y justo, las observaciones a su estudio de impacto ambiental, el mismo que deberá ser finalmente aprobado por el Ministerio de Energía y Minas. Son dirigentes radicales de los municipios mencionados los que están movilizando y azuzando a los campesinos de la región a oponerse al proyecto con el argumento de que se contaminará todo el Lago Titicaca. La inversión es requisito sine que non para el desarrollo. El país no está en capacidad de acometer empresas de la envergadura que se requiera para impulsar la energía en la zona. Negar esa posibilidad es el mayor de los anacronismos pues significa en la práctica seguir condenando a la región al atraso y la pobreza, con sus cultivos y producción tradicional, sin dar el salto indispensable a la modernidad y al uso intenso y racional de sus grandes recursos.Al extremismo no le importa la modernidad pues cree, en su torpeza ideológica que es sinónimo de explotación y de injusticia. Bajo el vetusto lente de la lucha de clases, ya largamente superada por la historia, mira sus proyectos y el futuro. En ese sentido, no le interesa crear riqueza, única forma de superar la pobreza y alcanzar mejores niveles de vida, sino distribuir escasez para seguir alimentando el resentimiento que es su forma de ganarse la vida y lucrar con su posición.Lo que pasa en Puno no es novedad. La historia de Santa Ana es similar a muchas. La modernidad versus el atraso; el progreso contra la insólita marcha atrás. La inversión privada extranjera o nacional, sujeta a la ley y a la indispensable inclusión social que debe apoyar, tiene un lugar protagónico en el presente y el futuro del Perú, al igual que no lo tiene el radicalismo parásito o azuzador.