Diez años nos separan del 2021, fecha del bicentenario de nuestra independencia. Una década en la que debemos persistir en las políticas que nos han permitido crecer y desarrollarnos sostenidamente. Una década en la que nuestro ritmo de avance debe ser el mismo o aun mayor para seguir alcanzando las metas hacia el desarrollo integral con inclusión social. Es en este contexto y en esa proyección que nos referimos al plan bicentenario: El Perú hacia el 2021 que hoy hará el Centro de Planeamiento Estratégico, Ceplan, en Palacio de Gobierno. En dicho plan se señala que a esa fecha el Perú debe tener las necesidades públicas satisfechas en electricidad, salud, educación y vivienda, alcanzando así el estándar de un país desarrollado. Asimismo, para ese año, el Perú debe haber erradicado la miseria y reducido drásticamente la pobreza hasta llegar a los niveles de las naciones con más potencia económica y social del planeta. ¿Un sueño? No, si vamos haciendo lo que se tiene que hacer, cada día, en cada jornada, en cada año, con persistencia, tenacidad, eficiencia. No, si todos los peruanos nos unimos en las grandes políticas de Estado en salud, educación, defensa nacional, desarrollo de la infraestructura física. No, si nos hacemos cargo de que todo se consigue con esfuerzo y que, por lo tanto, el objetivo diario es ser mejores, más capaces, más competitivos. Diez años pueden ser nada para un país. Lo han sido para el Perú a propósito de las llamadas décadas perdidas. Pero también pueden ser mucho. Miremos el ejemplo de los países del Asia en donde diez años constituyeron en el siglo pasado un lapso de tiempo en el cual pasaron de la miseria, al trabajo redoblado y luego al desarrollo espectacular. Tenemos ingentes recursos naturales. El Mar de Grau es riquísimo y nuestras cordilleras esconden muchos minerales que con una adecuada política de promoción de inversiones estamos sacando a la superficie. La Amazonía guarda una extraordinaria riqueza de productos de madera y de especies forestales. Contamos con gas, petróleo, fosfatos. Lo que nos falta es recursos humanos calificados y dar valor añadido a tales riquezas. Lo hemos empezado a hacer en educación pero aún nos falta dar el gran salto. Sin educación de calidad ni cuadros profesionales y técnicos que sean resultado de ese proceso, no alcanzaremos la meta bicentenaria La democracia nos permitirá crecer. Pero para que ella sea el marco político e institucional de nuestro despegue irreversible, requerimos fortalecerla con participación y vigilancia ciudadanas que consigan logros cada vez más grandes en la imprescindible lucha contra la corrupción. Necesitamos reformar el Estado y la administración de justicia y diez años son más que suficientes. Empeñémonos en esa gran tarea con denuedo y perseverancia. Y necesitamos ser un país cohesionado para que ese desarrollo alcance a todos nuestros compatriotas. La cohesión se logra con inclusión y ésta con justicia social. Un círculo virtuoso que alimente la economía social de mercado y se nutra a la vez de ella para afirmarse y perpetuarse en la perspectiva de un Perú distinto a partir del 2021: unido, desarrollado, equitativo.