VAIVENES EN MADRE DE DIOS
4 de marzo de 2011

Se puede saber mucho de temas ecológicos y medioambientales y ser un pésimo negociador. Es la impresión que deja la discutible performance del ministro Antonio Brack en Madre de Dios, adonde acudió de urgencia a apagar la hoguera causada por la operación de gran escala autorizada por DU del Ejecutivo, la misma que concluyó en la destrucción de 35 dragas sin matrícula ni concesión de área que depredaban la región. Desde aquí dimos nuestro apoyo a esta operación, que permitió la paralización de ingenios con un costo promedio de US $ 250,000 cada uno, lo que demuestra que pertenecen a mafias organizadas que nada tienen que ver con la minería artesanal e informal. Cada uno de ellos arroja unos 40 kilos de mercurio diariamente al río, lo que suma unas 32,000 toneladas anuales y envenena sus aguas, que exceden en un 300% el máximo permitido, alteran flora y fauna y pasan a los pobladores que consumen peces. Pero a la vez advertimos (LR, 22/2/11) que de este modo no se resolvía el grave problema causado por la informalidad minera en Madre de Dios, que abarca a unas 50,000 personas (20,000 en puestos directos y las restantes en indirectos), agrupadas en 304 empresas, de las cuales apenas 67 son formales y tributan al Estado. Es por aquí que hace mucho debió atacarse el problema, sin dejarlo crecer a niveles explosivos debido a la alta cotización del oro, algo que no data de ahora sino de varios años atrás.Pero ocurre que los planes de formalización han fracasado y nada induce a creer que los acuerdos logrados por el ministro Brack gracias al expediente de suspender la destrucción de dragas funcionen. Mientras tanto, la catástrofe ecológica que se está dando en Madre de Dios y que ya abarca la deforestación de unas 30,000 hectáreas de selva -detectables fácilmente desde satélites, que muestran una inmensa mancha blanca en la zona- proseguirá, debido a que nada se ha dicho de la utilización de maquinaria pesada para remover las tierras auríferas. De donde resulta que si no se reordena y formaliza la actividad minera nada se habrá logrado. Pero para ello toca al Estado convencer a los extractores de que son parte de la solución, y ello implica hacerles entender que nada ganan con el empleo de la violencia y con la explotación irracional de una riqueza que es agotable y que, además, al fundar pueblos y aldeas de ocasión, crea núcleos de prostitución, trabajo infantil y criminalidad. Se afirma que el negocio del oro mueve unos US$ 800 millones al año en Madre de Dios, los que en nada beneficia a la región y muy poco a los mineros, pues el metal precioso sale rumbo a Brasil y Bolivia o enriquece a unos cuantos tiburones que hay que buscar del lado de los propietarios de las dragas. Urge, entonces, diferenciarlos de los pequeños mineros, lograr la formalización y convencer a los lugareños que su futuro real no está en la destrucción del hábitat sino en el ecoturismo. No es algo que pueda hacerse de un día para otro, y ni siquiera aparece a la vista.