Políticos de varias tiendas suelen referirse de modo crítico a que la economía peruana se basa en un modelo primario exportador, dejando de lado la transformación de nuestras materias primas, sin darles valor agregado. No es una situación deseable, pero es nuestra realidad. El Perú en sí es una mina, su suelo bota minerales, produce todo tipo de alimentos y su mar es excepcionalmente rico. La observación apunta también a que nuestra economía depende de los vaivenes y turbulencias del mercado internacional. Aunque hemos capeado con éxito la crisis mundial, un estornudo chino con menos demanda de minerales nos pone en aprietos. Nuestra economía es rica pero frágil y vulnerable a la vez. Y pese a que la minería ‘para’ la olla nacional, internamente es objeto de duros enjuiciamientos en diversos ámbitos: se cuestiona si el canon minero debe ser solo para las regiones donde está la explotación o si es mejor repartirlo entre todo el país. A su vez, las regiones que reciben canon tienen enormes deficiencias de gestión y dificultades para gastar ese suculento ingreso. Tampoco escapan de la lentitud en la inversión las empresas que dan el óbolo minero voluntario.Igualmente, el cuestionamiento de esta contribución voluntaria y el planteamiento de un impuesto a la sobreganancia minera colocan a quienes los proponen en la izquierda peligrosa. Además, llevamos años de bonanza primario-exportadora, pero los conflictos sociales continúan, siendo las protestas cada vez más violentas. Lo ocurrido recientemente en Huaraz y en Recuay con la minera Centauro no debe ni puede ser soslayado. Se apedrearon e incendiaron instituciones privadas y públicas, se bloquearon carreteras, se paralizó la ciudad sin que nada pudiera detener esta escalada de destrucción. Entre las aristas conflictivas que hemos señalado para la actividad minera, la peor es no saber a quién creerle cuando estalla un problema. En este caso, Centauro afirma que la zona de exploración está bastante lejos de la laguna de Conococha, fuente importantísima de agua para varias ciudades ancashinas. Los ‘protestosos’ afirman que está peligrosamente cerca y prevén que contaminará y les quitará el agua. Las simpatías políticas o empresariales no pueden suplantar a la realidad. Se agrega a esta falta de certeza que el permiso para explorar fue otorgado con una gran rapidez y que un miembro de Centauro es también asesor del Ministerio de Energía y Minas. Entonces se extiende la duda sobre la imparcialidad de los estudios de impacto ambiental de energía, lo cual es tremendo porque el poblador de la zona minera termina por no confiar en nadie. Súmese a ello que el portafolio en cuestión ha concesionado hasta el lugar donde vivía José Gabriel Condorcanqui, nuestro emblemático Túpac Amaru. Ojo, no olvidar que es de esta actividad que vive el Perú, afirma Mariella Balbi.