Desde que el Perú cambió su modelo económico en 1993, su economía ha crecido sostenidamente. Hoy una revolución social y cultural ocurre en todo el territorio. Los muchachos no quieren ser empleados, son emprendedores y quieren ser empresarios. Los pequeños productores se asocian para exportar; las grandes empresas abren nuevos mercados. Ya sea en el sector agrícola, industrial, metalmecánica, textil, turismo, pesca, artesanías, o el de los servicios, el Perú se ha convertido -económica y mentalmente- en un país exportador. La mayor parte del crecimiento de la última década se ha producido fuera de Lima, y cada vez en más regiones encontramos cuellos de botella en la oferta de mano de obra, calificada y no calificada, lo que nos dice del crecimiento del empleo.Pero para el pueblo, el crecimiento no es parejo. A pesar de que la minería genera ingentes recursos fiscales (en promedio 47.5% de las utilidades revierten a la sociedad en forma de impuesto a la renta, canon, sobrecanon, regalías y participación de los trabajadores), las correas de redistribución de la riqueza en el Perú parecen haberse atascado.El gasto no financiero del sector público ha crecido más de 60% en tres años, y el de los gobiernos locales más de 160%. Pero nuestra educación, nuestros servicios de salud y la seguridad ciudadana siguen sin atender adecuadamente a los más necesitados. Para compartir el crecimiento es necesario que las correas de redistribución de la riqueza, a cargo del Estado, funcionen adecuadamente. El Poder Ejecutivo anuncia que se han realizado 138,000 obras en el último quinquenio, y así debe ser, pero la no publicación de su listado impide un análisis profesional sobre su impacto social y productivo. Mientras tanto, las pruebas PISA de educación siguen demostrando un estancamiento en el sector. Este año el mundo crecerá a una tasa de 4.8%, y el consenso proyecta alrededor de 4% anual para los próximos dos años. Eso significa que la demanda por minerales seguirá sostenida. Aun si esas proyecciones resultan equivocadas, entonces un debilitamiento de la demanda por metales industriales (cobre, zinc, plomo, molibdeno) se verá compensada por los mayores precios de los metales preciosos (oro y plata). Todo indica que el Perú seguirá recibiendo importantes flujos de divisas e impuestos.No podemos entonces seguir desperdiciando los recursos presentes y futuros en obras no productivas, económica o socialmente. El gobierno del presidente Toledo, por presión de Carlos Ferrero y en contra de la opinión de sus principales ministros, promulgó una equivocada ley de descentralización económica, generando regiones ricas y regiones pobres. Hoy esas regiones ricas desperdician fondos en pequeños elefantes blancos. Así nunca se va a compartir el crecimiento económico.Ha llegado el momento de decir basta. El Perú de hoy es -en términos de recursos económicos- un país rico y tiene la oportunidad de serlo por siempre. La idea de fondos soberanos, nacionales o regionales, creados a partir del ahorro fiscal, es una idea que merece ser estudiada y promovida. Ha llegado el momento de compartir seriamente el crecimiento, y para eso las correas de transmisión del Estado deben funcionar adecuadamente al servicio de todo el pueblo, pero en especial de los más pobres.El irresponsable dispendio superfluo en gasto corriente innecesario, o en inversiones no productivas, sin impacto social, y sin redistribuir la riqueza, debe parar de inmediato. ¡Somos ricos, seámoslo siempre!, señala José Chlimper