Vale la pena escucharlo, pues conoce de primera mano las fallas, vacíos y fortalezas del mercado y sus protagonistas. Ahora, lejos de su escritorio de director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), y con un criterio más amplio y ético, Michel Camdessus comparte una serie de reflexiones, que debieran ser atendidas principalmente por los gobernantes, políticos, empresarios y líderes de opinión. Reconforta, ante todo, que el ilustre visitante, invitado por la Conferencia Episcopal Peruana, haya reconocido la fortaleza y avances de la economía peruana debido a la aplicación sostenida de políticas ortodoxas y disciplina fiscal. Sin embargo, con el mismo énfasis pone el dedo en la llaga al advertir el escandaloso retraso de América Latina en disminuir las inequidades, al extremo de ser la región más desigual del mundo.La acotación es crucial. No se trata solo de una cuestión de justicia y equidad, sino también de pragmatismo y supervivencia, ya que la desigualdad, asegura Camdessus, es la mayor barrera para incrementar la velocidad del progreso económico. ¿Qué hacer? Como lo hemos señalado más de una vez, dirigiéndonos a quienes manejan el Estado o se presentan como alternativas de gobierno, el crecimiento macroeconómico tiene que ser acompañado de políticas inclusivas y redistributivas que fomenten el empleo digno y aseguren el disfrute del desarrollo y de los ingresos por la mayoría de la población. Esto, en el pensamiento de Camdessus, debe traducirse en una apuesta por la receta asiática, que se concentra en consolidar sus clases medias y apostar por una mayor integración regional para recuperar el ímpetu del crecimiento económico. Recomienda también una reforma de las instituciones internacionales, como el propio FMI, para acoger las voces de las economías emergentes y advertir cualquier desvío de política económica sin ceder a presiones de grupos de interés, pero también un cambio de mentalidad de nuestros políticos y empresarios.No le falta razón. Una lección que nos dejó la grave crisis financiera internacional, según el reputado economista, es que la economía global ya no puede ser regida en términos de las ganancias que obtiene cada uno sin importar el efecto sobre el otro. Camdessus no ha descubierto la pólvora. Pero, con su ardua experiencia y ahora como asesor del Pontificio Consejo de Justicia y Paz del Vaticano, pone el dedo en la llaga sobre un aspecto fundamental que a veces olvidan políticos y estrategas económicos: la razón de ser de la política y de la economía parte del respeto a la persona humana y la búsqueda de medios para lograr su realización plena. Ad portas de otra campaña presidencial, debemos remarcar estas reflexiones, no solo para exigir a los candidatos una contienda de planes de gobierno y no de insultos, sino también que las políticas de desarrollo económico e inclusión social estén intrínsecamente vinculadas con un enfoque ético y práctico, que nos afirme en el trampolín al mundo desarrollado.