La operación de rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en el yacimiento San José de Copiapó, en el desierto de Atacama, ha sido simplemente excepcional.La planificación, ejecución así como el proceso seguido para cautelar la integridad física y mental de los rescatados, en el encierro y luego sobre la superficie, han puesto en evidencia la aplicación de una estrategia exitosa que ha cumplido con su meta: devolver a la vida a este valeroso grupo de trabajadores del socavón. Tales méritos son reconocidos por el mundo entero que, emocionado, ha seguido minuto a minuto este salvamento desde que se supo que los 33 estaban vivos hasta que se inició la operación propiamente dicha la noche del último martes. La incertidumbre fue enorme y los riesgos múltiples: cerca de 300 mineros mueren anualmente en este tipo de accidentes y no hay recuerdo reciente de rescates exitosos cumplidos, además, en tiempo récord.Como ha señalado el presidente Sebastián Piñera, que estuvo presente en el lugar de los hechos junto a los socorristas y rescatados, la jornada ha sido larga y aleccionadora. En principio, las historias dramáticas de los mineros exhibidas públicamente han convertido esta tragedia en una causa nacional que ha tenido un doble impacto: primero, unir a la población en torno a un problema grave que suele ser relegado en las urgencias de nuestros países, como es la informalidad en los socavones. En segundo lugar, ha obligado al Gobierno Chileno a anunciar la reforma inmediata de la legislación minera para garantizar que los yacimientos cumplan estándares mínimos de seguridad y que estas tragedias no se vuelvan a repetir. Otra lección radica en la eficiente operación de rescate en la que, de manera integral y como correspondía, se involucraron todos: el Estado Chileno, las Fuerzas Armadas, el sector empresarial, la sociedad civil organizada y los medios de comunicación. Evidentemente hubo un costo que pagar (22 millones de dólares que según se ha informado será asumido por Codelco en un 70%), pero además una reacción política inmediata de las autoridades para dirigir el rescate, solicitar el apoyo de los mejores expertos, entre ellos los de agencia espacial Nasa, y salvar a los mineros. Desde el Perú expresamos nuestra solidaridad a los mineros, sus familias y al pueblo chileno en general que, por segunda vez en el último año, vuelve a sufrir una tragedia de la que felizmente ha salido airoso. Los problemas vividos no son ajenos a nuestro país y, por ello, debemos aprender de lo sucedido para obtener nuestras propias lecciones.