La explosión económica y geopolítica de Brasil finalmente lo pone en el pedestal internacional que merece. Este vecino, sediento de minerales y energía, nos presta atención tanto por nuestros recursos como porque somos el camino más directo a China, su aliado natural del siglo XXI: tres carreteras interoceánicas empiezan a atravesar nuestra Amazonía para conectarlo con Asia, además de sus inversiones en los fosfatos de Bayóvar y las planeadas megahidroeléctricas amazónicas. Se planean al menos cinco grandes represas en nuestra selva y la primera, Inambari, inundaría 40.000 hectáreas, desplazaría a 8.000 personas y deforestaría indirectamente 150.000 hectáreas más. Absurdamente, inundaría además 106 kilómetros de la nueva Interoceánica Sur a un costo de US$300 millones. Y si bien estos impactos ocurren en el Perú, la energía pareciera estar destinada esencialmente para Brasil. Nuestro sólido desempeño económico implica que nuestra demanda energética subirá de los 4.300 MW actuales a 21.700 MW en el 2030. El potencial hidroeléctrico combinado de la costa y sierra oriental es de 35.000 MW, es decir, más que suficiente para satisfacer esta demanda, con las ventajas adicionales del desarrollo de nuevas tierras de cultivo en la costa y minimizando impactos ambientales al aprovechar las grandes pendientes de nuestros Andes: no necesitamos construir represas en la Amazonía que por su poca pendiente requieren embalses que emiten metano (gas invernadero) y causan otros grandes impactos ambientales y sociales. La geografía nos ha bendecido con un formidable potencial hidroeléctrico, eólico, solar y gasífero. ¿Vale la pena inundar nuestra Amazonía para generar energía que no es para nosotros? Ciertamente, fortalecer los lazos comerciales y geopolíticos con Brasil es de interés nacional, pero los peruanos merecemos un debate informado antes de tomar decisiones que marcaran nuestro futuro durante los próximos cincuenta años, indicó Gonzalo Castro, presidente de Ecosystem Services y ex especialista del Banco Mundial.