Hace 15 años la situación en Santiago de Chile era similar a la del Perú: los combustibles tenían 5.000 partes por millón de azufre, el transporte público no estaba regulado, no había revisiones técnicas y la antigüedad del parque automotor superaba los doce años. El área de descontaminación atmosférica del Consejo Nacional del Medio Ambiente (Conama) diseñó entonces un programa integral de reducción de contaminantes en los combustibles. Pero en el mercado internacional era muy difícil conseguir combustibles con pocas cantidades de azufre, lo que obligó al Gobierno Chileno a exigir a las refinerías la instalación de nuevas tecnologías que les permitan producir combustibles sin plomo y con 50 ppm de azufre.Entre 1990 y 1999 el Estado Chileno, propietario de la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP), invirtió 450 millones de dólares en la implementación de estas nuevas plantas y otras políticas de descontaminación. Y, durante los cinco años posteriores, se invirtió otros 200 millones de dólares adicionales.(Edición sábado).