Hace bien el BCR en continuar retirando el estímulo monetario de manera gradual, en la medida en que el crecimiento económico nacional se consolida a niveles previos a la crisis (6% en el primer trimestre, 9% en abril y también en mayo según estimaciones preliminares), impulsado por la demanda interna ahora liderada por la inversión y consumo del sector privado. El jueves pasado, el BCR incrementó, por tercer mes consecutivo, la tasa de interés de referencia de la política monetaria, a 2.0%, luego de haberla mantenido en un mínimo histórico de 1.25% entre setiembre del 2009 y abril de este año para afrontar los efectos de la crisis mundial. A partir de julio ya había aumentado la tasa de encaje en moneda nacional y extranjera. Ambas medidas tienen como efecto encarecer los créditos, sobre todo a las corporaciones y con ello se busca prevenir un eventual recalentamiento si el crecimiento de nuestra economía se sigue acelerando al ritmo que lo está haciendo.De esta manera, la tasa de interés de referencia del BCR se aproxima más hacia una posición neutral (que según Macroconsult debería ser entre 4.5% y 5%), a la que llegaría a mediados del próximo año y de esa manera estaría preparado ante un eventual recrudecimiento de la crisis mundial. El mandato del BCR es lograr la meta de inflación y, al prevenir presiones inflacionarias por el lado de la demanda con aumentos en la tasa de interés y en el encaje, está cumpliendo su cometido. De otro lado, nuestra economía está todavía dolarizada, por lo que el BCR también busca evitar que la volatilidad del tipo de cambio sea muy acentuada y prolongada, mediante intervenciones (compra o venta de dólares) en el mercado cambiario. Al hacerlo (compra), aumenta la emisión y la liquidez monetaria que, de no ser adecuadamente esterilizada, podría ocasionar presiones inflacionarias por el lado de la demanda. Es importante asegurar que la política monetaria tienda a ser neutral y no expansiva cuando el crecimiento económico se hace sostenible. De lo contrario, sería pro cíclica y podría crear exceso de liquidez abriendo el camino a presiones inflacionarias mayores a las que eventualmente habrá si los precios de los insumos alimenticios importados aumentan si se agrava la crisis europea.