En plena selva venezolana, en uno de los campamentos de minería ilegal que recientemente fue intervenido por el Ejército, solo quedan perros famélicos y cilindros de combustible vacíos.Hasta hace unos días, este reducto del sureste de Venezuela albergaba a unas mil personas y tenía, además, una pista de aterrizaje, una iglesia, una peluquería, varios hoteles y un burdel.Hasta aquí han sido atraídos miles de mineros ilegales de Brasil, Colombia y Guyana. Y junto con la minería llegó el daño ecológico que el Gobierno pretende frenar con el plan Caura en uno de los escenarios de mayor diversidad biológica del mundo: las cuencas de los ríos Caura, Caroní, Icabarú y Paragua.