Hasta antes de que el Congreso fuera disuelto por Alberto Fujimori (5 de abril de 1992), este poder del Estado estaba integrado por 180 diputados y 60 senadores. La Constitución promulgada en 1993 instituyó un parlamento unicameral, compuesto por 120 legisladores. Algunos de los actuales, respaldados en la opinión de constitucionalistas, juzgan inconveniente este modelo para lograr el recto camino jurídico del país.Por ello, han propuesto restituir el Congreso bicameral, colocando este asunto como prioridad. Sin embargo, se quiere alcanzar el propósito renunciando a un amplio y público debate de las ideas, porque tratan de evadir a la opinión pública, tan crítica con acciones que lleven a incrementar gastos y personal público.Dada la enorme trascendencia de esta reforma, se requiere de un extenso intercambio de opiniones y del consenso de vastos sectores de la población, y no de secretas conversaciones en los pasillos del Palacio Legislativo, que incluso estarían llevando a que de última hora se introduzcan modificaciones para atraer sectores hasta ahora indecisos o contrarios, lo que podría llevar a que la aprobación se imponga al caballazo.Incluso, el presidente de la República no tendría por qué haberse expresado con indiferencia y dejar en manos de los parlamentarios un asunto que si bien es impopular, compete a todos los peruanos y, sobre todo, al primer funcionario de la Nación.El país debe ahorrar, no tenemos duda, pero también es importante que gasteen lo que es vital invertir, porque la calidad del Congreso, sea unicameral o bicameral, no depende de si hay más o menos congresistas, sino de la eficiencia de estos, de que existan mecanismos adecuados para que los ciudadanos elijan a los mejores y de que el parlamento rinda cuenta de todos sus gastos.En consecuencia, poner al debate un proyecto de tanta importancia como el comentado, demanda abordar temas que son de fondo, porque no se trata de reinstalar dos cámaras legislativas, sino de pensar serenamente cómo vamos a reformar este poder del Estado, que ahora proyecta tan mala imagen porque no puede resolver sus más pequeños problemas por incapacidad y por los intereses particulares y partidarios de algunos de sus componentes.