Sus socios y la élite económica, comercial y financiera del país entienden lo que es la Confiep. El común de la gente necesita saber qué hay detrás de esas siglas. Y la propia Confiep siente ahora más que nunca que no tiene que vivir arremolinada sobre su mismo sitio. Tendrá que despegar en una nueva dirección. Desde la gestión de Jaime Cáceres hasta la actual de Ricardo Briceño, ha habido la intención de que la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (esta es la Confiep en todas sus letras) sea más nacional que limeña, conectada no solo con los poderes constitucionales sino con los otros fácticos como ella y con los regionales y municipales que pinchan y cortan el jamón de las licencias y concesiones, e insertada en los continentes del mundo pero también en los recovecos del interior profundo del país, allí donde tampoco llega el Estado o si llega lo hace de una manera casi protocolar. Ni corto ni perezoso, Briceño ha querido darle a los 25 años de la organización un vuelco de 180 grados en sus compromisos con el país. Los festejos del miércoles por la noche constituyeron el punto de partida de un nuevo rumbo que hacía mucho tiempo los socios y directivos debieron emprender: funcionar de cara al país, ya no de cara al gremio capitalino. Su inserción hacia dentro del país compromete a la Confiep en la promoción de insertar en la institución al empresariado provinciano grande, mediano y chico, tal como lo ha pensado Briceño.