Era insostenible mantener el nivel de atraso de los precios internos de los combustibles, respecto a la cotización internacional del petróleo, que se mantiene encima de US$ 85 el barril y con tendencia creciente. Con un nivel de deuda del Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles (FEPC) que superaba los S/. 600 millones y podría escalar a más de S/. 2,000 millones este año, la situación preocupaba en un contexto en el que el déficit fiscal proyectado ronda el 1.6% del PBI.Por ello, es positivo que el MEF haya decidido actualizar la banda de precios del FEPC gradualmente cada dos meses, empezando por este mes, con el objetivo de que en ocho meses los precios internos de los combustibles ya estén nivelados con los del mercado mundial. Es decir, desaparecería el atraso de más de 20% que tenían los precios en el mercado local hasta antes de los cambios.La medida tomada estaría buscando que el subsidio sea más progresivo, al haber disminuido la compensación al uso de combustibles en la minería, hidrocarburos, cemento y pesca. Sin embargo, es un intento tímido; se ha vuelto a perder otra oportunidad para desmantelar de manera más decidida este subsidio ciego en el que se ha convirtido el FEPC.Ello llama la atención, ya que un estudio del propio MEF demuestra que el subsidio a los combustibles a través del FEPC favorece mucho más a las personas de mayores recursos, pues el 20% de los hogares más ricos recibió ocho veces más de lo recibido por los hogares más pobres. Es decir, es un subsidio sumamente regresivo, por lo que mantenerlo en un país con tan altos niveles de inequidad social parece irracional.¿Si se hubiera contado con recursos fiscales, como a inicios del 2009, cuando se asignaron S/. 1,000 millones en el Plan de Estímulo Fiscal (PEF) para el FEPC, se habría procedido a los cambios realizados ahora? La respuesta resulta obvia. Lo que parecería primar ahora no es la eficiencia sino el cálculo político, dado que estamos en una etapa electoral que durará hasta el 2011. También está el fantasma de la hiperinflación. Aun cuando en el discurso se diga que está controlada, se trasluce el temor de terminar otro mandato con un nivel alto de inflación. Y es que, como recuerda el dicho, cuando uno se quemó con leche ve una vaca y llora.