Desde el comienzo ya sabía cómo iba a desenvolverse esta crisis con los mineros informales, que ha sido el sainete de siempre: I Acto: El Estado detecta un problema serio (como la destrucción de la selva de Madre de Dios y las invasiones de petitorios) y decide reaccionar. Prefiere usar un decreto de urgencia por velocidad, mayor precisión técnica y para sortear a los burros del Congreso. Se dialoga interminablemente con los involucrados y no se llega a ningún acuerdo porque a éstos les conviene el statu quo de no pagar impuestos, hacer polvo el ambiente, cutrear y tratar como ganado a sus dependientes.II Acto: Se organizan las asonadas de protesta. Los pendejos que se forran con la ilegalidad (madereros, traficantes de oro, narcos) les dicen a la "carne de cañón" (trabajadores mineros, nativos o los cojudos de turno) que el gobierno quiere quitarle sus fuentes de ingresos para dárselas a los grandes empresarios, o mejor aún, a los chilenos. Se hacen contactos con agitadores profesionales y grupúsculos radicales para que presten su know-how y expertise a la propuesta. Se busca congresistas humalistas para sazonar más el caldo. Finalmente, se hace una bolsa de dinero para alimentar a la "carne de cañón" y se inicia la protesta. La "carne de cañón" se pone achoradita y jura "llegar hasta las últimas consecuencias". Cuando los entrevistan individualmente, los manifestantes muestran no tener la más puta idea sobre cuál es el problema en el fondo.III Acto: El gobierno no sabe explicarle orgánicamente a nadie de qué se trata el problema y por qué optó por esas medidas. Ministros y presidentes regionales sueltan información de manera descoordinada. Radios provincianas, curas, voceros radicales, sindicaleros, congresistas humalistas, ONG, etc. critican duramente la iniciativa estatal (o se quedan callados).IV Acto: El gobierno promete que no va a retroceder, que va a ser inflexible y enérgico en hacer cumplir la ley, y amenaza con acciones legales. Quienes integran la "carne de cañón" atacan cobardemente a civiles a pedradas, los intimidan, les complican la vida, etc. y dicen que sí quieren lo que propone el gobierno, pero niegan que haya habido diálogo y lo exigen (en el fondo no quieren ceder en nada). La Policía arremete con fuerza contra la "carne de cañón" de los pendejos y luego inesperadamente "se chupa" y retrocede. Los jueces sueltan a los revoltosos detenidos. Rospi critica como bueno al ministro del Interior de turno en el programa de Rosa Hipocresía Palazos. Los caviares reclaman el uso de armas no letales y disuasorias (como si fuera tan fácil controlar con éstas a miles de bárbaros enardecidos) y minimizan las agresiones de la "carne de cañón".V Acto: El Congreso empieza a "sobar" a la "carne de cañón" y miembros de la bancada oficialista mandan señales confusas contra su Ejecutivo. Los caviares, humalistas, ONG y rojos acusan al gobierno de asesino, junto con periodistas confundidos que repiten eso al hacer preguntas a los ministros. Los ánimos se enardecen. Voceros gubernamentales comienzan a insinuar una "posible flexibilización". Los curas se ofrecen de mediadores y recién la Defensoría del Pueblo se pronuncia. Ollanta suelta alguna cojudez inmensa y el melifluo Augusto Álvarez Rodrich critica sibilino a quienes piden firmeza.VI Acto: El gobierno anuncia una "solución", que consiste en que no se van a aplicar las medidas hasta que las revise una comisión ad hoc. Los líderes de los manifestantes son tratados como embajadores importantes y se dice que "ganó el diálogo". Se comienza a procesar a los policías que aplicaron medidas de fuerza, mientras que se santifica a los revoltosos muertos y no se juzga a ningún manifestante. Y nadie les paga los destrozos y las pérdidas a los terceros afectados.En suma, y en cristiano, nuestros gobernantes se bajaron los pantalones una vez más, ganaron los pendejos y todo queda igual que antes, señala Aldo Mariátegui, director del diario Correo.