Mala suerte la del primer ministro. Le pasó lo de siempre. Ayer --con su indesmayable positivismo-- volvió a convocar a la prensa para reseñar ante ella los últimos pomposos logros del Gobierno. (Para los que no llevan la cuenta, Ferrero ya se ha pasado 333 conferencias en ese mismo alucinante plan: proclamar, contra todas las tormentas, las 'ninguneadas' buenas nuevas de la administración toledista). Sin embargo, ayer --y tal como ha ocurrido en las 332 reuniones previas-- los periodistas teníamos otra lectura de lo urgente y lo noticioso. El jefe del Gabinete llegó para informar sobre la hoja de ruta del país, pero se encontró con un bloque de interlocutores que lo interrogó, casi exclusivamente, sobre la polémica ley que el Poder Ejecutivo no ha observado. Ferrero --que intuía ese guantazo-- dominó la escena, respondió sin apuro, escamoteó los detalles y se centró en las temáticas que él quería resaltar. Ahí, entonces, habló de la paralización del transporte en Arequipa, señalando que algunos requerimientos de los huelguistas pueden conversarse, siempre y cuando se desbloqueen las carreteras que han sido tomadas. El ministro también le dedicó varios minutos de su monólogo a la crisis de los cocaleros, y luego de desbaratar, uno por uno, los argumentos de protesta de los campesinos, adelantó que la próxima semana el Congreso podrá trabajar por fin un proyecto de ley sobre la hoja de coca, con la cual se pretende modificar los padrones de venta de la coca, abriendo su comercialización, pero controlando la producción. Luego mostró una pizarra acrílica en la que podía leerse: 90 mil viviendas; 3 mil metros de puentes; 4.500 familias favorecidas con el programa Mi Barrio; 50 mil profesores capacitados; 2 millones de escolares alimentados, etcétera, etcétera, etcétera. "La población necesita saber lo que está haciendo su Gobierno. El país está avanzando", recitó.(Edición domingo).