El Ejecutivo ha promulgado este año el DU 012-2010 que declara de interés nacional el ordenamiento minero en Madre de Dios. Para frenar el desastre ecológico existente se suspenderán los petitorios mineros y se formalizarán las actividades de extracción aurífera. La respuesta de los gremios afectados ha sido programar un paro el 4 de abril.Sin embargo, al lado de una invocación al diálogo, es imprescindible apoyar la actuación del Ministerio del Ambiente en Madre de Dios. Hace año y medio, un informe de nuestra Unidad de Investigación mostró los gravísimos estragos causados por la irracional explotación -ya las fotos satelitales dejan ver una mancha blanca en plena selva- con 304 empresas de extracción aurífera, de las cuales solo 67 son formales y tributan.Es más, de 2,800 concesiones otorgadas, únicamente 16 cuentan con calificación ambiental. A su vez, la producción anual se estima en unas 20 toneladas de oro, las cuales requieren de entre 40 y 70 toneladas de mercurio para separar el metal precioso por amalgama. El mercurio, que está en camino de ser proscrito a nivel mundial, es un veneno que perjudica atrozmente la salud de quienes lo manipulan y que al ser arrojado al ambiente es causa de deforestación y envenenamiento de cursos de agua y ríos.Es necesario aclarar que no siempre fue así. La explotación minera del oro aluvional se dio por muchos años sin dañar el entorno ambiental. Pero desde hace dos decenios se recurrió a maquinaria pesada (cargadores frontales, topadoras, dragas, etc.), causando una depredación total de la selva nativa, que se convierte en tierra arrasada y estéril. Un desierto de lodo sin vegetación alguna.Algo más: los pueblos que se forman rodeando a las mineras carecen de servicios y ni siquiera buscan tenerlos, pues se trata de refugios temporales que son luego abandonados. Un caso patético es el de Huepetuhe, al pie de lo que fue el río de ese nombre, hoy un basural de agua lodosa, con prostitución, trabajo infantil y criminalidad.Se afirma que el oro mueve unos US$ 250 millones al año y beneficia a la región, algo discutible, pues gran parte sale de contrabando a Brasil y Bolivia antes de que el Estado pueda recaudar. Pero eso es lo de menos; lo que cuenta es que la zona deforestada avanza hacia las áreas de protección de varios parques nacionales, que son nuestras verdaderas y permanentes minas de oro, pues el metal amarillo se agota, el turismo ecológico no. Hay que detener ahora un desastre cuya recuperación, si ocurre, tardará siglos y del que los futuros peruanos nos pedirán cuentas.