La globalización no está funcionando como debiera. No está respondiendo a la mayor aspiración de hombres y mujeres en todo el mundo: tener un trabajo decente desde el cual construir un mejor futuro, responder a las necesidades de los suyos y sentirse más seguro. Por eso es tan preocupante el déficit de trabajo decente en el mundo de hoy. Más de 1.000 millones de personas no tienen empleo o están por debajo de la línea de la dignidad en sus tareas diarias. Ganan menos de lo que deberían, carecen de protección o se mueven en la sobrevivencia cotidiana del trabajo informal.El desempleo juvenil experimentó un fuerte aumento en la última década.Si bien los jóvenes son el 25% de la población en edad laboral entre 15 y 65 años, ellos representan el 47% de los desempleados en el mundo de hoy.Y en estas cifras la condición de la mujer en el trabajo muestra discriminaciones aun más duras. América Latina y el Caribe están en las zonas donde está realidad se expresa con mayor fuerza. Estas situaciones no son políticamente sostenibles.¿Qué significa esto en términos de desarrollo humano y de seguridad en las sociedades que estamos construyendo? ¿Qué dice de nuestras democracias?Significa que la geografía de la inestabilidad está configurando mapas donde coincide ampliamente con la geografía del desempleo.Es ante esa realidad donde debemos asumir un primer reto esencial: el cambio es inevitable. Es insensato seguir las mismas políticas y esperar resultados diferentes.¿Y por dónde puede ir la marcha? En primer lugar, por un diálogo social efectivo y realista.Es ineludible sentar alrededor de la mesa a empleadores, trabajadores y gobiernos bajo la lógica de dar a la imaginación política espacio para construir países con mentalidad de siglo XXI y no con barreras y confrontaciones del pasado.Hay que impulsar políticas, desde el sector público y el sector privado, donde el eje esté colocado en el aprendizaje permanente, en la transferencia de habilidades y competencias y la educación y formación para nuevos espacios de trabajo, especialmente en las pequeñas y medianas empresas.Pero por mucho que hagamos lo que corresponde en casa, una globalización con reglas de juego injustas y resultados desequilibrados nos cierra puertas cuando las economías se abren. Es un modelo fundado en la desigualdad de oportunidades para los más débiles, sean estas personas, familias, empresas, comunidades o países.La gente sabe que el empleo es el principal medio para superar la pobreza. De hecho, ese es uno de los tres pilares de nuestro trabajo, el cual se une con coherencia a los otros dos: el trabajo decente como instrumento del desarrollo y la búsqueda de una globalización justa como fuente de estabilidad mundial.Esos tres conceptos expresan de manera sencilla las percepciones, las necesidades y las crecientes presiones políticas que los pueblos de este continente y de todo el mundo ejercen sobre sus dirigentes. Al clarificar estos tres ámbitos estamos conectando con la aspiración esencial de hombres y mujeres, aquellos cuyas voces uno escucha decir: "Denme una verdadera oportunidad de tener un trabajo decente, el resto lo pondré yo", señala Juan Somavía, director general de la OIT.