Se logró el objetivo: La Audiencia Regional organizada por El Comercio en Moquegua promovió un intenso debate que fue más que una catarsis, al poner sobre la mesa los problemas más álgidos de la región, identificar protagonistas y nudos críticos, así como proponer vías de solución.En una reunión que convocó a medio millar de moqueguanos se vivió un clima a ratos acalorado, en el que finalmente se impuso la argumentación razonable y optimista. La frase: "Tenemos hambre de progreso", pronunciada por una participante, se convirtió en el leit motiv de una audiencia presta a remontar sus carencias y dificultades, asegurar la paz social e insertarse en el tren del desarrollo y la modernidad.Un asunto particularmente difícil es la confrontación, a veces atizada por grupos politiqueros, entre la actividad minera y el equilibrio ambiental y social. Al temor de que las minas puedan agotar o contaminar recursos tan básicos como el agua, se agrega la total desconexión entre la capital regional con las zonas circundantes donde operan la minería o la pesquería, en una especie de nefasto centralismo que afecta la paz social y el desarrollo.A ello se suman otros fenómenos sociales complejos, que van desde el éxodo de la población juvenil y la concentración de ancianos en las zonas urbanas, hasta la escandalosa falta de educación y atención hospitalaria adecuada. Sobre lo primero, no hay estrategias públicas ni privadas para mejorar la enseñanza y la calidad educativa, lo que exige la prioritaria atención del Ministerio de Educación. Luego, en Moquegua las políticas de prevención sanitaria están solo en el papel, por lo que la población se ve expuesta a enfermedades de todo tipo y tiene que movilizarse a otras regiones en busca de atención médica especializada.Como telón de fondo, el tema que motivó polémica y amplia discusión fue la capacidad de gestión del Gobierno Regional y de las municipalidades. Lo cierto es que los ingresos por canon minero son considerables, pero se reparten de modo inequitativo o se ejecutan de modo ineficiente. Ello al punto de que mientras por un lado se construyen obras faraónicas o decorativas, como estadios con capacidad metropolitana, por otro lado hay decenas de localidades que carecen de agua y luz y de elemental infraestructura vial.¿Y quién controla y fiscaliza este manejo arbitrario de los recursos públicos? Pues nadie. Una de las razones del evidente descontento social es la falta de seguimiento a las denuncias de corrupción contra funcionarios públicos irresponsables y venales, en lo que la contraloría y los organismos fiscales y judiciales tienen mucho que decir.En suma, nos congratulamos de que esta audiencia haya sido un saludable ejercicio democrático que demanda ahora un seguimiento puntual y responsable por parte de la sociedad civil y de las mismas autoridades regionales y nacionales. Moquegua, que tiene tantos recursos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, debe sacudirse para elegir mejor a sus políticos y gobernantes. Avanzado el diagnóstico, es hora de exigirles un plan integral de desarrollo que debe estar sujeto a la permanente participación y fiscalización de los ciudadanos.