¡El colmo! Esta semana la revista “Caretas” ha hecho una grave denuncia que no puede pasar desapercibida para los órganos de control del Poder Judicial: acusa a un juez de apuntar con una pistola, de manera amenazante y matonesca, a uno de sus reporteros gráficos. Las reacciones no se han hecho esperar. El presidente del Poder Judicial, Javier Villa Stein, ha calificado este hecho como un exceso, en tanto que los más altos voceros del Poder Ejecutivo y del Congreso han repudiado este acto cuasi criminal y han exigido investigarlo y sancionarlo sumariamente incluso con la destitución. El Consejo de la Prensa Peruana (CPP), a su turno, ha condenado rotundamente el incidente protagonizado por el juez Raúl Rosales Mora, “quien luego de llamar la atención del fotógrafo Carlos Saavedra, de la revista “Caretas”, que realizaba su labor informativa, lo encañonó y amenazó con un arma de fuego”. La cobertura periodística está justificada plenamente, pues se trata del juez que ha cobrado notoriedad por emitir una controvertida sentencia en el polémico caso que ordenaba al Parlamento ratificar como miembro del Tribunal Constitucional al magistrado Javier Ríos. Luego, ante el escándalo mediático, reconsideró su decisión y la dejó en suspenso. (…) La señal que se da a la ciudadanía es absolutamente negativa y exige una reacción acorde de las máximas instancias judiciales. ¿Qué clase de jueces están administrando justicia en el país? ¿En manos de quiénes está la justicia en nuestro país? ¿Qué esperanzas tenemos de superar este problema, si paralelamente se conocen otras denuncias de corrupción que involucran al órgano máximo de selección y ratificación de jueces y fiscales, el Consejo Nacional de la Magistratura? (…) Los jueces tienen que entender que se deben al país y no son dueños eternos de sus cargos. El Poder Judicial debe recobrar su razón de ser, su prestigio y su autoridad moral, para lo cual será necesario que rinda cuenta a los ciudadanos de sus acciones y extirpe de su estructura a quienes lo deshonran escandalosamente, con actos de corrupción, prevaricato o matonería de la peor calaña.