Los taxistas madrugaron ayer, pues sabían que el día prometía un negocio seguro. Hasta se dieron el gusto de rechazar pasajeros y de fijar el precio que más les convenía. En los paraderos, la gente se amontonaba en vano, esperando por un vehículo que los lleve a su destino. Los pocos que pasaban lo hacían repletos de gente colgada de las puertas. No quedaba otra que hacerse un lugar a empujones, tomar un taxi o simplemente desistir y regresar a casa. El paro de 24 horas convocado por la mayoría de gremios de transportistas de Lima y Callao dejó a la capital prácticamente inmovilizada. El castigo para los limeños no quedó ahí, pues además de la odisea que fue llegar a sus centros de labores, debieron resignarse a que sus hijos pierdan un día de clases. El otro sector que no laboró ayer fue el de los maestros, pues el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP), también paralizó por 24 horas, a pesar de que el Ministerio de Educación declaró ilegal la medida de fuerza. Un paro le dio la mano al otro pues la falta de movilidad impidió a docentes y alumnos acudir a los centros educativos. Casi todas las carpetas estuvieron vacías en las aulas de los principales centros educativos de Lima, como el Melitón Carvajal, Isabel La Católica, Teresa Gonzales de Fanning (donde solo acudieron 19 de 1.800 alumnos). Otros, ante la poca asistencia, suspendieron las clases. Pese al ausentismo, que en las calles se proyectaba en un 90%, las cifras del Ministerio de Educación eran más entusiastas y señalaban que el 65% de maestros acudió a las clases.