El lunes último se puso en marcha el nuevo año judicial, y pese a las promesas de cambio, parece incontenible el desprestigio del Poder Judicial. Las encuestas muestran que más del 80% de los ciudadanos no confían en este órgano, de suma importancia para alcanzar el objetivo de encaminar al país por la senda del desarrollo.El descrédito es tan grande, que pareciera que los magistrados y las autoridades de otros poderes del Estado hicieran hasta lo imposible para lograr que la situación no cambie. De otra manera no se puede entender por qué la reforma del Poder Judicial no es una política de Estado, de urgente aplicación.El Colegio de Abogados de Lima ha estimado en 30 años el tiempo que podría tomar la implementación de las medidas de la Comisión Especial de Estudio del Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia (Ceriajus), creada por ley emitida en el año 2003, y cuyo plan fue presentado un año después como "el resultado de un proceso inédito en la historia de nuestra República".Sin embargo, es tanta la lentitud con que se viene actuando, que ahora sospechamos que tan pomposa presentación solo fue para lograr fotografías y primeras planas en los medios de comunicación. Nos preocupa que el Poder Judicial vaya a terminar convirtiéndose en lastre del desarrollo de la nación, e impida cumplir, entre otras cosas, el ambicioso plan esbozado por el Ministerio de Economía y Finanzas para mejorar el clima de negocios en el país.A la nueva titular de esa cartera le toca, entonces, una tarea inmensa, pues deberá lograr el respaldo de todo el Poder Ejecutivo para lograr que instituciones como el Poder Judicial asuman el compromiso genuino de modernizarse y constituirse en actor del desarrollo del país, como ya lo hemos dicho en anteriores columnas editoriales.El sistema judicial es clave, porque su fortaleza atrae inversión extranjera, y su debilidad la ahuyenta. Por eso, ya no cabe la posibilidad de tener un Poder Judicial más desprestigiado del que tenemos ahora los peruanos, porque corremos el riesgo de naufragar y nunca alcanzar el puerto del desarrollo.