EL APOYO ECUATORIANO EN LA CAMPAÑA ANTIDESARME
23 de octubre de 2009

Por tercer año consecutivo, los presidentes y gabinetes ministeriales del Perú y del Ecuador se han reunido nuevamente en una cumbre binacional para ratificar sus compromisos integracionistas, a través de la suscripción de una serie de proyectos orientados a consolidar aun más la estrecha relación que existe hoy entre ambos países. Sin embargo, la cita realizada en Piura también ha sido provechosa porque ha permitido que los mandatarios Alan García y Rafael Correa reiteren su rechazo a la instauración de una carrera armamentista en la región, que posterga la inversión social que reclaman con urgencia nuestros países. En contraposición al ambiente raleado que, en este aspecto, caracteriza actualmente las relaciones peruano-chilenas, resulta auspicioso que el presidente ecuatoriano haya reconocido que la agenda multilateral no solo involucra el fortalecimiento de la Comunidad Andina (CAN) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), sino el compromiso por la paz y con el desarme. Para el Perú esto implica contar con un aliado en la campaña antiarmamentista que el Gobierno presentó en la última cumbre de la Unasur y que ahora contempla el envío de cuatro delegaciones ministeriales a distintos países vecinos para promover adhesiones a la iniciativa por la paz y la no agresión. Bien vale reiterar que si el apoyo a la campaña antidesarme se extiende en la región, será mucho lo que el continente habrá ganado. Y es que, en los últimos años, América del Sur ha comprado armamento bélico por un monto que fluctúa entre los 23 mil y 45 mil millones de dólares, mientras que los niveles de pobreza afectan entre el 30% y el 60% de la población de los países de la región. Además de Chile, según indicadores internacionales, todo indica que Colombia, Venezuela y Brasil también elevaron de manera considerable sus presupuestos militares en el 2008. Ello explicaría la presencia de varios de estos países en los polémicos ejercicios de guerra, denominados Salitre II, que se iniciaron ayer en Antofagasta, al norte de Chile, y a los cuales no asistió el Perú. Volviendo a la tercera cumbre binacional peruano-ecuatoriana, es claro, pues, que el balance es positivo. Y es que además del delicado tema del desarme, ha permitido evaluar el avance de los proyectos integracionistas que ambos países vienen desarrollando desde hace tres años, así como suscribir nuevos acuerdos que redundarán en beneficio de las poblaciones fronterizas. Aunque la inauguración del Puente Internacional de la Paz que une Huaquillas con Aguas Verdes se postergó, vale destacar el convenio sobre el proyecto de irrigación Puyango-Tumbes, que dotará de agua a 22.000 hectáreas de tierras en ambos lados de la frontera; la creación de un fondo para financiar las tareas de desminado en la zona limítrofe, la utilización de un muelle en la localidad de Sarameriza, y el mejoramiento de la carretera Sullana-Alamor, entre otros planes, con consecuencias positivas en los rubros de salud y electrificación. En definitiva, una serie de iniciativas, producto del encuentro de los ejecutivos del Perú y del Ecuador, que van más allá de la retórica que suele caracterizar las relaciones internacionales para aterrizar en acuerdos concretos y necesarios.