LA DESGRACIA DEL POBLADO RÍO SECO
7 de diciembre de 2009

Luego de dos horas de polvoroso recorrido en camioneta, atravesando la destruida carretera Lima-Canta, se llega a una zona límite entre Carabayllo y Huarochirí, donde la palabra "salud" preocupa solo cuando se le menciona. Unos 600 metros de trocha separan la carretera de este poblado limeño, fácil de identificar por tener de fachada precarias casas con grandes portones de madera. Tras ellos no hay vehículos que guardar, sino litros de mercurio y quimbaletes con oro que esconder: se trata del pueblo de Río Seco, cuyos habitantes han visto en la extracción de este mineral un medio para matar el hambre, pero padecer de contaminación.Desde que amanece, cientos de mineros informales, en grupos de tres, perforan los cerros -con picos y dinamita- a fin de sacar las rocas impregnadas de oro que se venderán a los molinos que funcionan en el pueblo de Río Seco. "Antes de excavar probamos su calidad en este platillo disolviendo la roca en mercurio", dice Cebriano, quien, al igual que sus compañeros, carga en su costal una botella con esta sustancia. “El mercurio se evapora a los 13 grados de calor, es decir, casi a temperatura ambiente, e ingresa a las vías respiratorias ocasionando dolores de cabeza, trastornos neurológicos y alteraciones de comportamiento”, advierte María del Carmen Gaztañaga, directora del Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección Ambiental (Censopas), del Ministerio de Salud.