El acuerdo con el Club de París, mediante el cual prepagaremos este año unos US$1.800 millones para reducir el servicio futuro de la deuda, es un importante logro. De antemano significará un alivio anual de 350 a 400 millones de dólares para el presupuesto en los próximos cuatro años. Es aconsejable que se aproveche la coyuntura de un riesgo-país bajo (reflejo de la confianza de los mercados) y de tasas internacionales aún bajas para financiar esta operación, emitiendo nueva deuda a plazos que van desde los 10 hasta los 30 años. También es importante resaltar la madurez política mostrada para negociar un período de alivio, del cual solo parte del primer año será aprovechado por este gobierno y el resto por el siguiente. Sin embargo, el ahorro logrado no puede desperdiciarse en aumentar el ineficiente gasto publico --y menos en alimentar más las planillas-- ya que en ese caso simplemente estaríamos pasando la factura a futuras generaciones sin beneficio permanente. Lo que hay que hacer es invertir esos recursos en lograr solvencia en las cuentas del tesoro, para lo cual debe acelerarse las metas publicadas por el MEF hace pocos días, reduciendo el déficit del 2006 a 0.4% del PBI y logrando equilibrio fiscal a partir del 2007. Con este exitoso acuerdo concluyen las renegociaciones de deuda con nuestros principales acreedores. Ahora debemos asegurar la disciplina fiscal para aumentar la inversión, generar empleo y desterrar la demagogia de aquellos que le echan la culpa de todos nuestros males a la deuda y ofrecen como solución mágica la suicida política del perromuerto.