Aislada, sin combustible, casi sin comida y con los servicios básicos por colapsar. Así está la sede de Gobierno de este país, donde las protestas no han parado pese al anuncio de dimisión del presidente Carlos Mesa. Los dirigentes gremiales no han cedido un milímetro. Los dinamitazos que retumbaron ayer en La Paz y los enfrentamientos entre mineros y policías, dieron la impresión de una anarquía total. Para los viajeros y periodistas que llegamos por la mañana al aeropuerto de El Alto fue una odisea transportarnos hasta La Paz. Hubo que tomar dos o tres taxis, por tramos, y caminar por las zonas donde hay bloqueos. Los pocos que arribamos a la ciudad (la mayoría quiere salir) encontramos una ciudad con fogatas y estremecida por las potentes detonaciones con dinamita que lanzaban los mineros que llegaron a la ciudad en camiones. Mineros de 20 provincias bolivianas se encuentran aquí, sumados a los campesinos. Ellos intentaron llegar a la plaza Murillo, donde funcionan el Poder Ejecutivo y el Congreso, pero fue acordonada por la policía que actuó enérgicamente. Los efectivos detuvieron a más de 30 mineros y decomisaron 914 cartuchos de dinamita, varias granadas de triple acción y un arma de calibre 22.