DESIGUALDAD Y CRECIMIENTO
6 de noviembre de 2009

A menudo en estudios y pronunciamientos de organismos internacionales y locales se privilegia el tema de la pobreza como aspecto predominante para abordar la cuestión de la desigualdad. Desde luego, hay que tomar en cuenta que la pobreza es una faceta fundamental y dramática de la actual dinámica de las fuerzas productivas, pero muchas veces se confunde insuficiencia de ingresos con reparto desigual de la riqueza. Puede parecer que una situación está estrechamente vinculada con la otra, pero la experiencia demuestra que no necesariamente es así. La alteración de una matriz de distribución inequitativa del ingreso resulta mucho más difícil que disponer retenciones o determinar la extensión de un subsidio para los sectores más desfavorecidos. Y aunque parezca desafiar el sentido común, resulta llamativo comprobar que muchos países que han registrado tasas de crecimiento elevadas por muchos años y han logrado disminuir de modo considerable sus niveles de pobreza mantienen una estructura inalterable de desigualdad en el reparto de la riqueza. Un ejemplo palmario es Chile. El análisis de los principales factores determinantes en la distribución del ingreso permite un examen más amplio de este tema complejo. Ese camino brinda también la posibilidad de evitar que oportunas propuestas para mejorar el ingreso de sectores vulnerables se bloqueen a gran parte de la sociedad que las necesita. Se piensa, por ejemplo, lo que sería la asignación de un subsidio común a familias desfavorecidas, una variante del bono de 100 soles que se entrega hoy a las madres de familia a cambio de controles de salud y escolaridad para sus hijos menores. No hay condiciones para que una propuesta de esta naturaleza madure en nuestro país (donde hasta la discusión de un seguro de desempleo se reitera sin resultados desde hace años), mucho menos en un contexto laboral dominado por políticas neoliberales que favorecen la expansión de la pobreza y la destrucción de los empleos en un escenario de emergencia ocupacional que tiene un 48% de la PEA en condición de subempleada. Pero hablar de ello no es caer en ningún anatema, pues las condiciones para enfrentar la pobreza son distintas que en los años 90, cuando mencionar la palabra “subsidio” era caer en un automático descrédito. Si el crecimiento de una economía causa por rebote una disminución de la pobreza, no hay razón para que se mantenga una distribución del ingreso que disminuye y que al congelar salarios mantiene la desigualdad y provoca el descontento popular.