¿CONFLICTOS DE INTERÉS?
29 de octubre de 2009

Por: Beatriz Boza.- En términos generales condenamos la deslealtad y despreciamos a quien es desleal. Solemos también decir que los perros son leales a sus amos. ¿Pero qué significa ser leal? ¿Es una virtud? ¿Quién debe ser leal a quién? Ser leal es honrar lo que uno promete. La lealtad hace referencia a la coherencia entre el discurso y la acción, es decir, entre lo que se dice y lo que se hace. Supone honrar la palabra empeñada. Así, quien promete ser fiel y le saca la vuelta a su pareja no está siendo leal. La lealtad es un principio que llama al comportamiento recto y probo, evitando, por ejemplo, tener conflictos de interés. Una persona está inmersa en un conflicto de interés cuando su juicio se ve afectado por intereses distintos que distorsionan su manera de proceder. Así, en vez de cumplir con lo ofrecido actúa en beneficio propio o de un tercero. Evitar conflictos de interés implica lealtad y supone honrar lo ofrecido y revalorar la palabra empeñada. La lealtad es un principio básico de la función pública. Un funcionario debe evitar intereses en conflicto con su función y ventajas indebidas.Así lo establece la Ley de Ética de la Función Pública del 2002 y la Ley de Prohibiciones e Incompatibilidades de los Funcionarios Públicos (2001). Pero a pesar de contar con esas leyes y sus reglamentos, en la práctica existe un gran desconocimiento al respecto en nuestro país. Así lo demuestra la reciente investigación de Global Integrity (www.globalintegrity.org), la que revela que, en términos generales, en las distintas regiones del país no se sabe de la existencia de normas que regulen el tema de conflictos de interés. Según este reciente estudio, no se conocen las normas que regulan los regalos o dádivas ofrecidas a funcionarios regionales. Asimismo, al preguntar si de acuerdo con la normativa vigente existen restricciones para la contratación en el sector privado de los funcionarios regionales una vez que dejan el cargo, la respuesta mayoritaria es que no. Ejemplos como estos nos han ganado la calificación “muy débil” en cuanto a regulación e implementación de las normas relativas a conflictos de interés. Claramente no es un problema de las normas, pues estas existen, sino de su efectividad práctica. Y ello nos atañe a todos porque significa que, en los hechos, aún no hemos interiorizado como sociedad lo que significa honrar la palabra empeñada y valorar la lealtad.