DEJEMOS DE VER AL ESTADO COMO UN BOTÍN
16 de septiembre de 2004

El anuncio del presidente Alejandro Toledo de abrir las puertas de la ya saturada planilla estatal a los militantes de Perú Posible no puede ser más inoportuno y deplorable. Reiteradas veces hemos señalado que el copamiento y el clientelismo partidarios (que se han dado también en gobiernos anteriores, como el aprista y el acciopopulista) son causantes principales de la ineficiencia y el déficit del aparato estatal, que de modo injusto malgasta el dinero de todos los contribuyentes.De ahí la urgencia de abordar precisamente la tantas veces postergada reforma del Estado, que apunta a reducirlo y acercarlo más al ciudadano. Esto solo se logrará con trabajadores calificados, que ingresen por concurso público de méritos y sean mejor pagados, que estén allí para agilizar trámites y no para hacerlos más engorrosos. Esto, en el proyecto del jefe del Gabinete Carlos Ferrero, se llama carrera pública. Lástima que siga siendo solo un proyecto.Este es el principio fundamental que tienen que entender el presidente y todos los miembros del partido oficialista: que el Estado está para servir a los ciudadanos y no para servirse de él. Es decir, de ninguna manera puede ser considerado una parcela del Gobierno -¡y menos del partido!- que se pueda usar para pagar favores políticos, lo que sería desvirtuar totalmente su esencia.El doctor Toledo tiene, pues, que diferenciar entre su mandato presidencial -para el cual fue elegido por todos los peruanos- y su liderazgo partidario. Confundir estos roles y aprovecharlos irresponsablemente con fines políticos o electoreros significaría un gran retroceso en el proceso de reforma estatal -donde casi nada se ha avanzado- y sentaría un nefasto e intolerable precedente en la manera de hacer política para futuros gobiernos. Así las cosas, la malhadada iniciativa presidencial -que afortunadamente no es compartida por otros líderes de su partido ni de otras tiendas políticas-, solo podría entenderse, eventualmente, como producto de la euforia extrema de una celebración partidaria, por lo que se espera una pronta declaración rectificatoria.

  • [El Comercio,Pág. A 4]
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