El Perú cuenta con una gran riqueza geológica que lo coloca entre los destinos más interesantes para las inversiones mineras. Tal como a Chile o Australia, la naturaleza nos ha privilegiado. Sin embargo, a diferencia de esos países, no trabajamos inteligentemente alrededor de esa fortaleza para atraer toda la inversión posible, de manera que se incremente el empleo bien remunerado en las zonas más pobres; se construya la infraestructura esencial que facilite el desarrollo de otras actividades; y se multiplique el movimiento económico de bienes y servicios requeridos por los nuevos proyectos. Por el contrario, parecemos condenados a dejar que una minoría violenta nos manipule.Se ha demostrado (y Chile es un ejemplo cercano) que es perfectamente posible explotar recursos mineros cumpliendo las más altas exigencias de protección ambiental y con estándares de responsabilidad social que, mediante la generación de actividades económicas que subsistan culminada la explotación del recurso, aseguren el desarrollo sostenible de las poblaciones vinculadas a los proyectos. Antamina es un buen ejemplo.Y ello no se debe solo a que las empresas están convencidas de que es esencial contar con la licencia social y ambiental para operar, sino porque además no es posible obtener financiamiento sin cumplir esos estándares, lo cual se refleja en el valor de sus acciones en las bolsas internacionales donde cotizan.Pese a ello, continuamos desperdiciando oportunidades y ahora que los precios de los metales permitirían captar más inversión que cualquier otro país, seguimos aceptando que desde distintas plataformas y por diferentes medios esto se frustre, señala el abogado Luis Carlos Rodrigo Prado, en una columna de opinión.