Parece que algunos congresistas se encuentran ya en plena campaña electoral. De otra manera no se explica por qué pretenden aprobar una enmienda constitucional para convertir en municipalidades autónomas a los 864 centros poblados que hay en el país, supuestamente para garantizar la presencia del Estado en dichas circunscripciones. Lo contradictorio es que estos parlamentarios, algunos de Unidad Nacional, son los mismos que en el 2002 votaron a favor de la descentralización y, por lo tanto, estuvieron de acuerdo en retirar a los centros poblados el rango de gobiernos locales. Aquí no hay ignorancia, sino mero populismo. ¿Quién asumirá los costos de esta inusual contrarreforma, que puede causar forados presupuestales, una revolución en el aparato estatal y el aumento de la burocracia? ¿Ad portas de las elecciones del 2006, quién asume los perjuicios que esto generaría en materia electoral, asignación del gasto y demás procesos administrativos? No hay duda. Más que ganar votos, el Congreso se empeña en perder credibilidad y sobre todo la confianza ciudadana.