Hace casi un año atrás, en un artículo publicado por Gestión, afirmaba que para enfrentar los efectos negativos que nos impondría la crisis económica-financiera mundial las autoridades económicas tenían, en el corto plazo, básicamente dos instrumentos de política económica: la política fiscal y la política monetaria, y que de estas la primera tomaría un tiempo largo en diseñarse, implementar y hacer sentir sus efectos. Amén de algunos cuestionamientos teóricos sobre su efectividad en la expansión de la demanda agregada. Sostenía, por consiguiente, que la primera en salir a enfrentar los probables efectos negativos de la crisis mundial debía ser la política monetaria, especialmente porque en nuestro caso el sistema financiero estaba en buena condición operativa, y que esta tendría que ser bastante expansiva desde un inicio.Transcurridos varios meses, la realidad superó a la teoría. La política fiscal no solo evidenció algunas de las limitaciones señaladas, sino que demostró estar pagando los costos de una serie de errores cometidos con anterioridad, que la han llevado a un estado de impotencia respecto a la velocidad y efectividad con que se desea realice su trabajo sobre la demanda agregada de la economía y, por consiguiente, sobre el comportamiento de la producción y el empleo. De los gastos de inversión pública presupuestados para el 2009, solo se habían efectivizado al mes de junio menos del 30%. El problema está principalmente en el ámbito de los gobiernos regionales y municipales. Pero uno se pregunta ¿por qué? Creo que existen al menos dos factores fundamentales que explican esa seria limitación fiscal. Primero, el no haberse realizado oportunamente la tan prometida reforma del Estado, sobre todo en lo concerniente a la descentralización y regionalización, a los trámites burocráticos a cumplirse para ejecutar alguna acción que implique uso de dinero y a la ley que norme la carrera del empleado público, que hubieran permitido contar con el marco institucional y el capital humano necesario para hacer de la política fiscal un instrumento eficiente de manejo de la coyuntura económica, en especial en lo referente a la capacidad y calidad del gasto público. Segundo, la política salarial de supuesta "austeridad" que el Gobierno impuso al inicio de su gestión, que no permitía a ningún empleado público ganar más que el presidente de la República. Esto provocó que cuadros importantes de capital humano no fueran a trabajar al sector público y, en algunos casos, se fueran de él afectando su capacidad de gerencia. Recientemente, esto ha cambiado, pero el daño ya estaba hecho.El primer semestre del año evidenció lo señalado. Prácticamente, la política monetaria tuvo que enfrentar sola los embates de la crisis mundial. El aporte de la política fiscal fue muy limitado. Pero se sabe que la política monetaria tiene también sus limitaciones y rezagos, especialmente cuando se conduce por lo que se consideran cauces convencionales. Ello condujo, desde mi punto de vista, a que en los primeros seis meses la economía crezca a una tasa anualizada de alrededor de 0.5%, quizá menos, resultado que se hubiera podido evitar. Existieron, sin embargo, dos factores adicionales a lo señalado, que influyeron en el resultado obtenido. El primero tiene que ver con una variable difícil de manejar, pero muy importante en el corto plazo. Me refiero a las expectativas del inversionista privado. La inversión bruta fija privada, principal motor del crecimiento en el 2008, cayó de un crecimiento promedio trimestral de 25% en ese año a 1.8% en el primer trimestre del 2009. El principal factor que explica esta caída en picada son las expectativas, porque internamente no existió "crédit crunch" alguno ni desaparecieron las oportunidades de negocios; quizá alguna restricción seria de financiamiento se dio en el ámbito externo. El segundo factor lo constituyó la innecesaria paralización del gasto público, desde el último trimestre del año pasado hasta los primeros meses del presente año. Este frenazo fue una decisión de política económica claramente inconveniente e inoportuna.En resumen, considero que los magros resultados obtenidos en cuanto a crecimiento y empleo no solo se debieron a la crisis mundial, sino también a errores cometidos por el Gobierno y, por consiguiente, se hubieran podido evitar, señala Jorge González Izquierdo, Catedrático de la Universidad del Pacífico.