Ante los roces diplomáticos de los últimos meses, causados principalmente por la intemperancia de algunos voceros del Gobierno Boliviano, tenemos que reafirmar los históricos y profundos lazos que unen a nuestros países, los que deben prevalecer por encima de cualquier contingencia.El Perú y Bolivia comparten no solo idioma, cultura, religión y costumbres, sino que mantienen una idiosincrasia y una comunidad de valores tan antigua como viva y dinámica. Ello se hace más patente sobre todo en la zona altiplánica, donde la cultura aimara cubre un amplio territorio que no acepta fronteras. Por ello, así como en lo anecdótico resulta necio promover la polémica sobre si el traje de la Señorita Perú es peruano o boliviano, en lo sustancial debemos invocar a ambos gobiernos, a pesar de sus diferencias político-ideológicas, mantener el nivel de una relación que trasciende los intereses de una administración.Por lo mismo, es exagerado, como se dijo en un momento, señalar que algunos peruanos están desestabilizando al Gobierno de Bolivia, cuando -como lo aclaró nuestro canciller y lo reconoció el embajador altiplánico en Lima- se trataría de delincuentes que tienen que ser perseguidos, lo que no involucra al Gobierno Peruano ni al resto de connacionales. Luego, debe respetarse las decisiones soberanas de cada régimen, sin incurrir en intromisiones e injerencias de ningún tipo, como lo demanda el orden normativo interno y el derecho internacional. Cuando el Perú acudió a la Corte Internacional de La Haya para dirimir el conflicto sobre límites marítimos con Chile, lo hizo para defender sus intereses y de ninguna manera para afectar los de Bolivia, como equivocadamente se dijo.Tampoco es tolerable que un gobierno extranjero se permita opinar sobre un conflicto social interno tan doloroso, como el ocurrido en Bagua, que se trató de una manera tan desinformada como maliciosa, ni que llame a apoyar una supuesta revolución de los pueblos indígenas.Y si el Perú apuesta por una política de apertura que da prioridad a los tratados de libre comercio, pues eso tiene que ser respetado. Relacionado con ello, si pedimos una reestructuración de la CAN, esto no puede causar la irascibilidad de los vecinos.Igualmente, el derecho de asilo debe ser escrupulosamente garantizado. El Perú lo concedió a tres ex ministros del anterior Gobierno Boliviano y a un connotado líder de la oposición venezolana, lo cual no debe originar represalias ni enturbiar las relaciones bilaterales, como lo entiende el Gobierno Peruano. Efectivamente, cuando el líder indígena Alberto Pizango fue asilado por Nicaragua, el Perú aceptó tal decisión en la medida en que se cumpliesen las normas que regulan el asilo. Del otro lado, el Gobierno Boliviano sigue protegiendo a Walter Chávez, un emerretista peruano acusado por delitos de terrorismo, y lo mantiene nada menos que como asesor del presidente Morales, a pesar del pedido de extradición tramitado por el Perú.Dicho esto, debemos invocar a los gobernantes y voceros de ambos países a recuperar la sensatez, la cordura y la ponderación en el manejo de las relaciones diplomáticas, empezando por el cuidado del vocabulario y los adjetivos. El arraigado y profundo vínculo entre las naciones del Perú y Bolivia no puede ser manipulado para disipar problemas internos, ni ser afectado por los avatares políticos de gobiernos de turno.(Edición domingo).