Hace pocas semanas este diario acogió una nota mía en la que recomendaba, con toda humildad, no copiar la política energética de Argentina ni de Bolivia. Al día siguiente recibí varios correos de colegas y de amigos del sector del gas natural en Argentina manifestándome su total coincidencia y su molestia de no poder decirlo abiertamente.Sin embargo, hay noticias buenas desde Bolivia. Hace pocas semanas el gobierno de Evo Morales ha solicitado a diferentes instituciones financieras internacionales el financiamiento de la prefactibilidad del Proyecto Gasoducto Bolivia, Paraguay y Uruguay. Si Bolivia con sus 19 trillones de pies cúbicos (TCF) de reservas de gas natural (que fueron antes de 35 TCF y cayeron por falta de inversión) a duras penas puede cumplir hoy con sus compromisos de exportación a Argentina y Brasil, ¿cómo es posible que se ponga en peligro el abastecimiento del mercado interno vendiéndole gas a sus vecinos? ¿Es que don Evo Morales ha dejado de lado sus convicciones nacionalistas y quiere abrir su economía empezando por un sector tan delicado políticamente como el de hidrocarburos? Nada de eso. Simplemente se ha dado cuenta que para desarrollar más reservas necesita más inversión y esta no llegará si el mercado interno está abastecido y no existe autorización para exportar.Para economías pequeñas como la boliviana, y esto es también aplicable a la peruana, la dimensión del mercado interno resulta insuficiente para atraer inversionistas, dado el alto costo de la infraestructura requerida para producir y transportar el gas natural. Se requiere pues de mercados ampliados para obtener la rentabilidad mínima que exige cualquier emprendimiento de este tipo. Alguien dirá entonces por qué no lo hace el Estado. Estoy seguro de que el presidente Morales habrá preguntado cuánto cuesta el gasoducto hasta Uruguay, y la cifra, que no la conozco, habrá sido de suficiente magnitud como para descartar financiarla con fondos públicos, ni siquiera juntando a los tres gobiernos para hacerlo. Esta fue una de las lecciones de Camisea. Si se hubiera mantenido la premisa que debía hacerlo el Estado con sus recursos estoy seguro que todavía estaríamos esperando y nuestra calidad de vida sería ciertamente diferente, para no entrar en otros parámetros.Alguien fuera de toda sospecha de contaminación neoliberal ha tenido el acierto de darse cuenta que si se tiene reservas por encontrar (y eso dato lo deben dar los geólogos no los comentaristas) y también por desarrollar, y el mercado es pequeño resulta evidente que hay que integrarse con los vecinos exportando y generando la masa critica suficiente para asegurar la rentabilidad necesaria con el fin de que el proyecto sea viable.No existe pues "traición a la patria" ni a los objetivos de desarrollo de largo plazo al reconocer las bondades de la exportación de gas natural justamente para asegurar un flujo de inversión sin el cual ciertamente entraremos en dificultades al acabarse las reservas "probadas" (término que se utiliza en el ámbito bancario para financiar proyectos y no es medida física del gas disponible) por haber prohibido la exportación que era el vehículo para atraer mas inversión.Para los que no coincidimos con el esquema económico del presidente Morales resulta refrescante que se dé cuenta que solo exportando gas natural a Paraguay y Uruguay podrá asegurar el abastecimiento de su mercado interno. Tomar otra vía nos pone en pocos años como dependientes de la importación del mercado internacional. A Bolivia ya le pasó y hoy importa GLP. Qué bueno que se rectifiquen errores, señala Jaime Quijandría Salmón.