Qué duda cabe que el agitador vestido de sotana, Marco Arana, usa el púlpito para afanes políticos. Podrían ser legítimas sus aspiraciones si, primero, le dice a la opinión pública cuántos hijos tiene para que más tarde no existan sorpresas ni aparezcan vástagos por doquier; segundo, si este personaje dejara el sacerdocio en vista de que está buscando firmas a favor de su movimiento político radical."Tierra y Libertad" con miras a las elecciones del 2011; y tercero, si este cura se quita la careta y precisa su real posición ideológica "sin eufemismos", señalando si abriga la "teología de la liberación". Esto para esclarecer el debate político ante la sociedad.De otro lado, para quienes estamos convencidos de que la persona humana, la defensa del medio ambiente, o el progreso de todos los habitantes del Perú necesita defenderse, sabemos perfectamente que no hace falta fomentar el divisionismo en el país, ni soliviantar a pueblos incultos con artilugios ni doblez. Sencillamente porque preservar a los pobladores afectados por la minería, por ejemplo, es algo que debe hacerse respetando el estado de derecho. Lamentablemente la izquierda se cree dueña de los derechos humanos y de la lucha ecologista. Es tiempo entonces de que los verdaderos defensores de la paz en el planeta salgan al frente y encaminen sus ideales fuera de la táctica de aquellos que avanzan fuera del reloj de la historia. Y así como hay que condenar el abuso, venga de donde venga, no por ello se puede traficar con la ignorancia ni con las necesidades de la gente, poniendo a campesinos como carne de cañón en los conflictos, para luego salir a candidatear a costa de su desgracia. Ello es denigrante.De modo que si el cura Arana quiere participar en política, primero que deje la sotana. Señalarlo no tiene por qué mover las iras de quien hoy ofende a una autoridad eclesiástica como el Cardenal Juan Luis Cipriani. Sin duda el cura Arana cree en Marx, pese a no darse cuenta que, por ejemplo, la ex China de Mao es cada día más capitalista; o no obstante no reparar en los sucesivos cambios ocurridos en la Rusia soviética desde 1985, y que en 1991 hicieron colapsar el "socialismo real" estalinista. Ni qué decir de Vietnam, donde hoy no queda ni rastro de K´mer Rouge. Pero a los rojos nostálgicos, los de la teología de la liberación como el cura Arana, hay que advertirles que por más que ponderen a favor de su método marxista de interpretación en las relaciones sociales, fue Hegel -antes que Marx- quien planteó esa dialéctica y el propio devenir histórico. También hay que recordarles que la teología de la liberación surgió en una coyuntura ideologizada, cuando el mundo bipolar se movía entre el capitalismo y el socialismo, hecho que nubló a muchos que decidieron ir más allá de la antigua visión social de la Iglesia (encíclicas Rerum Novarum, 1891, y Populorum Progressio, 1967).No obstante, marxistas como Arana ni siquiera reparan en que aquel filósofo alemán discriminó y denigró a los pueblos indoamericanos y aborígenes de nuestro continente. Marx no dudó en pedir que vengan las "naciones civilizadas" a colonizar a América para acabar con "las naciones bárbaras o semibárbaras" mediante la industrialización que impulsaría al proletariado, la auténtica clase motora según su "Manifiesto Comunista". Pero bueno, curas rojos ha habido siempre, como Ernesto Cardenal (quien, por meterse en política, recibió una reprimenda del entonces Papa Juan Pablo II). Por si acaso, Ernesto Cardenal incurrió en cosas aún más graves, como no condenar la corrupción de la "revolución sandinista" de Daniel Ortega, un zurdo venal quien ha regresado al poder gracias al apoyo chavista. No será la primera vez que alguien como el cura Arana divida a la Iglesia, alegando que dentro de ella unos luchan por los pobres y otros sólo son conservadores. Esto es pura demagogia de quien usa a la Iglesia para su campaña política.