La llegada de inversiones extranjeras al país continúa acaparando las páginas de economía y negocios. En general, esos capitales contribuyen con mejorar la competitividad de las empresas en que son invertidos -aunque hay casos conocidos en los que esa premisa no se está cumpliendo-. Y la economía en su conjunto también tiende a beneficiarse, puesto que no solo se trata de dinero, sino también del arribo de conocimientos y prácticas gerenciales modernas.¿Pero qué sucede cuando la situación es inversa, es decir, cuando los capitales peruanos son invertidos en el extranjero? En estos casos, los beneficios no son percibidos con la misma claridad, pese a que son igual de relevantes. Ello debido a que el Perú todavía es una economía emergente y su capacidad para generar excedentes que puedan invertirse fuera de sus fronteras es, en teoría, limitada. Por eso, las empresas peruanas que logran invertir en el exterior demuestran un grado de desarrollo que está por encima del que posee la economía nacional.Un primer beneficio es el efecto demostración, ya que generan que otras se sientan en condiciones de seguir sus pasos. Asimismo, se consigue ampliar mercados y ganar experiencia que, idealmente, puede traducirse en mejoras de sus operaciones en el país. El capital humano también se beneficia, pues ven expandirse sus oportunidades de desarrollo profesional.La adquisición de la principal cementera chilena (de capitales franceses) por US$ 555 millones que el Grupo Brescia acaba de concretar, marca un nuevo hito en la tendencia del capital nacional que sale al exterior: es la mayor inversión peruana en Chile y, hasta donde se conoce, en cualquier otro país. El hecho de que se trate del vecino con el que aún persisten diferencias de índole limítrofe, es prueba de que más allá de estos obstáculos que seguramente se superarán en el futuro, existen complementariedades económicas que contribuirán con estrechar las relaciones bilaterales.Ganar competitividad no solo significa fortalecer las condiciones para atraer capitales y aumentar las exportaciones, sino también apuntalar la capacidad de las empresas peruanas de operar en el exterior. Nuestros capitales también merecen convertirse en inversión extranjera directa.